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Textos sobre Pérez-Reverte

Textos sobre el escritor y su obra. Revertianos.

Mi vida con Alatriste

JUAN ESLAVA GALÁN - 30/10/2003

El capitán Alatriste me ha enseñado a aceptar un pasado nacional que los progres de mi generación intentaron suprimir porque el franquismo lo había teñido de azul. Alatriste también me ha enseñado que un novelista de raza, como lo es Pérez-Reverte, necesita conocer la larga tradición de la novela, esa clara corriente que brota del Quijote o de la Celestina (o de la Odisea, puestos a apurar), que se ensancha con la picaresca y los múltiples hijuelos europeos del género, que discurre por el cauce amazónico del siglo XIX (romanticismo, realismo, costumbrismo, novela psicológica, etc.), y que desemboca en las innovaciones técnicas del siglo XX, que enriquecen este género burgués y universal. Todo esto se descubre en Arturo Pérez-Reverte, un clásico vivo que sabe templar y mandar en el género, un astuto hacedor que sin alardes hunde sus raíces nutricias en la lectura y asimilación de los grandes olvidados (Tolstoi, Dostoievski, Stevenson, Dumas, Stendhal, Balzac, Dickens, Pérez Galdós o Clarín, sin desdeñar las novelas por entregas con sus depuradas técnicas) hasta los grandes del siglo XX.

A eso sumemos una vida interesante, aventurera, navegada, sobrevivida y estudiosa, más un olfato especial para captar la esencia de las situaciones y de los tipos, y ahí tenemos la fórmula de Alatriste y de las otras novelas, una obra que crece y se multiplica sin gestos retóricos ni poses, la obra de un trabajador de la pluma que sabe adónde va. Y el público, al que sólo se engaña una vez (por eso existen tantos novelistas de culto editados y no leídos), agradece ese esfuerzo y agradece las novelas del escritor que nunca decepciona, porque en cada nueva entrega te garantiza el secuestro a ese mundo imaginario tan real que ensancha, alarga y enriquece tu vida mediante el artificio de hacerte vivir vidas ajenas, y emociones ajenas que parecen, y son, tuyas.