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Textos sobre el escritor y su obra. Revertianos.
ALBERTO DIAZ VILLASEÑOR | Diario de Córdoba - 21/9/2004
La cita es para esta tarde. Quiénes irán en busca de magia, efectos y
trucos, quiénes lo harán en pos de la pendencia, y quiénes tras la
palabra cierta y desnuda como antesala de la historia y la aventura.
Cada quién tendrá su Dulcinea que cortejar en la distancia, una bolsa
que distraer de la custodia de su legítimo, o la procura de un trozo de
pan negro (por lo sobado) y chacina que llevarse al hocico dejando
algunas miguillas prendidas de la sotabarba por el qué dirán. La cita
es a la caída de la tarde en la Córdoba barroca, en ese Teatro
Principal, o de la Comedia, que bien pudiera ser el madrileño corral
del Príncipe o el de La Pacheca. La pieza no es de Lope, pero la capa y
la espada están aseguradas. No actuará La Calderona para el Rey Nuestro
Señor, sino que los actores serán los propios autores del siglo, Arturo
Pérez-Reverte, Juan Eslava Galán y Rafael de Cózar; aunque seguro que
hogaño su público no ha de ser truhanes, pícaros, hidalgos sin ventura,
doncellas con sus amas, mujeres de la compañía, ni caballeros con
escudero. Antaño sí, como dice Iñigo Balboa en la primera entrega del
capitán Alatriste: la entrada del corral era "un hervidero de
comerciantes, artesanos, pajes, estudiantes, clérigos, escribanos,
soldados, lacayos, escuderos y rufianes, que para la ocasión se vestían
con capa, espada y puñal, dispuestos todos a reñir por un lugar al que
asistir a la representación".
Y si Córdoba envía a esos alfiles del tercer estado, y
del segundo, y del primero, tanto mejor, que el aire, la pitanza y la
palabra saben mejor si son de balde.
Allí, emboscados y embozados, estaremos Antonio
Monterroso y yo, a verlas venir las palabras y la pólvora de esos tres
mosqueteros, avisando ya por si se nos requiere de pendencia. De
desenfundar algo, desenvainaremos la pluma para que nos firmen un libro
si quieren. No verán los siglos, ni nosotros, mejor ocasión de desnudar
el acero; seguiremos el consejo de las antiguas inscripciones grabadas
en las viejas espadas castellanas: "No me saques sin razón ni me
envaines sin honor".