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Columna que Arturo Pérez-Reverte publica en XL Semanal.
ARTURO PÉREZ-REVERTE | El Semanal - 12/2/2006
Quisiera saber a qué atenerme. Con los amigos que tengo en la
madera y en Picolandia diciendo por lo bajini Dios te ampare, colega,
no damos abasto y esto va a más, sería bueno que alguien me instruyera
en los asuntos de legítima defensa, provocación suficiente y
proporcionalidad en la violencia que una persona decente puede emplear
en su propia casa contra los malos. Porque estoy confuso. Cuando pones
tu vida, tu familia y tus propiedades en manos del Estado y te ves
desamparado por éste -falta de ganas o falta de medios no cambian la
situación-, el sentido común y el instinto de supervivencia aconsejan
adoptar otras defensas razonables. Y ése es el problema: lo que las
leyes españolas consideran razonable en legítima defensa doméstica
tiene poco que ver con el sentido común. Tendría que ver, quizá, con
ese mundo ideal, esa Europa responsable, ordenada y ciudadana que
parecíamos a punto de conseguir. Pero eso ya no cuela, Manuela. Al
corderito de Norit se lo zampan hoy al horno con absoluta impunidad. Y
con patatas.
Así que me gustaría que alguien cualificado ilustrara mis dudas legítimo-defensivo-hogareñas. Si unos ladrones, por ejemplo, saltan a
un jardín con intenciones dolosas y son atacados por el perro de la
casa, ¿la indemnización que debe pagarles el propietario del perro
incluye las lesiones por mordiscos o también la ropa rota en la
refriega? ¿Debe esperar el perro a que los intrusos demuestren
inequívocamente sus intenciones malvadas antes de hacerles pupita? ¿Da
lo mismo a quién muerda el perro, o hay connotaciones xenófobas si en
vez de un español o un ucraniano rubio la víctima es moro o colombiano?
¿Es agravante ladrar? ¿Será sacrificado el cánido por las autoridades
competentes? En caso de que el perro despache al intruso, ¿deben ser
indemnizados los parientes próximos de la víctima?
Como ven, el asunto no es baladí. Y eso que todavía estamos en el jardín. Pero imaginen que, con perro o
sin él, los malos penetran en la casa. Ahí sí debemos hilar fino. ¿A
partir de qué momento es legítimo defenderse? ¿Es adecuado sacudirle
con un garrote a un fulano que entra en tu casa a las tres de la
madrugada, o es preciso antes averiguar sus intenciones? ¿Y qué hacer
cuando, tras preguntarle cortésmente, «Caballero, ¿qué intención lo
trae por aquí?», el otro se hace el longuis? ¿Hay que esperar a que
empiece a meter en un saco la colección de Tintín? ¿A que desenchufe el
Deuvedé? ¿A que coja las llaves del coche? ¿Es atenuante para el
intruso que la interpelación no se le haga en la lengua autonómica
correspondiente?
Pero, en fin. Supongamos que la actitud del malevo es inequívoca. Eso, lejos de aclarar las cosas, plantea más problemas
legales. De noche y dentro de la propia casa, ¿qué es provocación
suficiente? ¿Basta con que los asaltantes amenacen a la familia de
palabra, o hay que esperar a que te pongan una navaja en el cuello o
una pistola en la cabeza? ¿Violar a las hijas, a la esposa o a la
chacha ecuatoriana es provocación suficiente? ¿Basta con adivinar la
intención, o hay que dar tiempo a que se consume el asunto? ¿Hay que
esperar a que te maniaten o sodomicen para que la provocación sea
suficiente y manifiesta?
Llegados a ese punto, por cierto, entramos en el resbaladizo terreno de la proporcionalidad en la respuesta. ¿Es proporcionado que el dueño
de una casa, cuando le entran varios individuos armados o sin armas,
intente cargarse a alguno, si puede? ¿A partir de qué momento,
poseyendo una escopeta de caza o un fusco con papeles, puede liarse a
tiros con los malos? ¿Debe esperar a que las intenciones de provocación
sean manifiestas, como por ejemplo, a que lo inflen a hostias
preguntándole dónde esconde la viruta? Si los malos llevan cuchillos,
¿debe renunciar al uso de la pistola, por aquello de la
proporcionalidad, y utilizar sólo un cuchillo de cocina o el palo de la
fregona? Si en una casa entran a robar diez albanokosovares veteranos
de guerra, ¿a cuántos puede atacar a mordiscos el propietario si
ninguno de los diez lleva armas? ¿Y si las llevan? ¿Debe esperar a que
le disparen para disparar él? ¿Hace falta un tiro previo de advertencia
al aire? ¿Si los mata a los diez y encima le da risa, se considera
ensañamiento?
Dicho de otro modo: ¿Y si nos fuéramos todos a hacer puñetas?