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Columna que Arturo Pérez-Reverte publica en XL Semanal.
ARTURO PÉREZ-REVERTE | El Semanal - 24/5/2009
Permítame un consejo, caballero. Si se tropieza con un fulano que le está dando una felpa a su legítima, o sucedáneo, piénselo dos
veces, incluso tres, antes de meterse en jardines. Estoy de acuerdo en
que esas cosas no deben tolerarse. Admito, además, que no permiten
reflexión previa, pues actúa el piloto automático. Todo depende de la
casta y virtud de cada cual. En principio, ante tales situaciones se es
un mierdecilla o un tío decente. Ésa es la teoría ética. Pero estamos
en España. Si defiende a señoras maltratadas, sepa a qué se expone. Una
juez de Vigo nos lo recordó hace unas semanas, calzándole 3 meses de
cárcel y 15.550 euros de multa a un joven de allí. Éste había cometido
la ingenuidad de impedir que un pavo maltratase a su pareja. Le afeó la
conducta y recibió un cabezazo. Entonces se lio la pajarraca, y el
defensor de la moza le dio al otro una patada en la cara, rompiéndole
la mandíbula.
Lo instructivo no es que el juicio se haya celebrado tres años después, ni que la defendida -como es frecuente- defendiera
al que le zumbaba, en plan soy de mi Paco y puede darme hasta con la
hebilla, si quiere. La lección cívica del asunto reside en que la juez,
aun admitiendo que la defensa fue oportuna y que el primer leñazo lo
sacudió el maltratador, empitonó al defensor de doncellas pese a que la
sentencia reconocía que su reacción inicial «fue legítima», que el otro le dio el cabezazo «con ánimo de menoscabar su integridad física» y que el joven largó la patada «para repeler la agresión y evitar que continuase». Pese a lo cual, la juez estimó que la patada en el careto fue, sin embargo, «un exceso defensivo que no puede estar ya justificado por una notoria desproporción en el mismo». Dicho en cristiano, que el joven tenía que haberse defendido, pero
menos. Con la puntita nada más. Dando unas pocas bofetadas con la mano
abierta, o con unos calculados puñetacitos en el hombro. Una pelea
civilizada, vamos. Políticamente correcta. De esa manera, el otro,
acojonado, habría dejado de darle cabezazos. Seguro.
Me va a perdonar la juez de Vigo. De tribunales sabrá mucho, pero de peleas no tiene ni puta idea. Tampoco es que yo sea un experto.
Me apresuro a matizarlo, por si acaso. Siempre fui -lo juro por el
cetro de Ottokar- un cruce de osito Mimosín, Bambi y conejillo Tambor.
Más o menos. Pero cualquiera que haya visto atizarse de verdad a dos
tíos -la calle no es el cine- sabe que cada cual se las arregla como
puede, y una vez metido en faena no anda calculando con qué da y dónde
lo hace. La defensa con manos desnudas sólo es excesiva o
desproporcionada si te ensañas cuando ya tienes al otro en el suelo.
Mientras, se pelea para tumbarlo, con la sangre caliente y con la
pericia y el coraje disponibles, procurando dejar fuera de combate a un
adversario que, mientras colee, se revolverá contra ti. Y eso es lo que
hay que evitar: que colee. Hasta ahí es razonable. Cuando se esparrama
de tú a tú, con dos jambos dándose estiba, la desproporción viene si
uno de ellos echa mano de herramientas que desequilibran la cosa, como
un objeto contundente o una navaja empalmada. E incluso en tales casos
lo desproporcionado es relativo. No es igual vérselas con uno de tu
misma edad y calibre, que ser un tirilla de sesenta kilos delante de un
animal de dos metros de largo por uno de ancho, o tener que zafarse de
cuatro o cinco que te están breando o te van a brear. Ahí, a veces hay
que echar mano a algo: una silla, una botella. En cualquier caso, y con
permiso de la juez de Vigo, del Código Civil y del Código Da Vinci, lo
aconsejable siempre es madrugar. Ser rápido, brutal y eficaz en la
medida de las posibilidades que ofrezca tu forma física y tu propio
cuerpo. Tu edad y tu destreza. Quien pelea lo hace para ganar, no para
que lo inflen, si puede evitarlo. Si no, lo mejor es no meterse. Así
que ya me dirán ustedes, en ese contexto, si va a andar uno calculando
dónde pega la patada, si el golpe lo da con el puño o con la palma, si
la fuerza que aplicas al leñazo que consigues colocarle al otro para
menoscabar su integridad física es proporcionada, o si vulnera el
artículo 33, apartado 48 bis, de la ley integral de Hostias Callejeras.
Resumiendo: cuando ayudas a una mujer, asumes una posible pelea. Y, de igual a igual, ésta no hay forma de ganarla si no es
rompiéndole la cara al otro. Así que en Vigo han hecho mal tercio a las
maltratadas y a los pardillos que aún las defienden. La letra de la Ley
es imperfecta, y el sentido común de quienes juzgan debe templar sus
errores y lagunas. Puesto que a ningún maltratador se lo disuade con
palabras o una simple bofetada, la sentencia de Vigo sitúa el problema
en un punto imposible. O te dejas machacar y pierdes la pelea, como el
profesor Neira, o te buscas la ruina si la ganas. Hagas lo que hagas te
la endiñan, y sólo aplauden si entras en coma. Eso es un disparate. Uno
más de esta absurda Justicia nuestra, que siempre privilegia al canalla
sobre las personas decentes. Quizás algunos jueces deberían darse una
vuelta por la calle. Por la vida.