Uso de cookies. Utilizamos cookies para mejorar tu experiencia. Si continúas navegando, aceptas su uso. Nota legal sobre cookies.

Cerrar


Textos sobre Pérez-Reverte

Textos sobre el escritor y su obra. Revertianos.

Yo no sé...

JACINTO ANTÓN - 30/10/2003

Yo no sé si Arturo Pérez-Reverte existe de verdad. Quiero decir tan de verdad como sus personajes. Le he visto un par de veces, incluso he intercambiado con él algunas frases, pero nunca me ha parecido alguien real. Seguramente es por que me niego a atribuir a nadie la paternidad del húsar Frederic Glüntz, el cazalibros Lucas Corso, el marinero Coy o los cuatrocientos héroes malgré eux del 326 de Línea, por citar sólo a unos cuantos amigos. No sé cómo ha ido siendo, pero todas esas criaturas de aire que diría Fernando Savater viven tan ricamente ahora en mi casa literaria, esa casa que poseemos todos los lectores y a la que nos retiramos siempre que podemos para tomarnos unas vacaciones del mundo, tan decepcionante a veces. En mi casa cohabitan los personajes de Salgari y Karl May con Fabricio del Dongo y Frederic Moreau; Jim Hawkins y Dick Shelton con los hermanos Karamazov y Gregorio Samsa. Todos se llevan bien. Y yo les aprecio porque son gente con personalidad, y porque cuentan unas historias estupendas. Por ahí deambulan, como decía, esos compañeros que Pérez-Reverte se empeña en considerar personajes suyos. Con el maestro de esgrima suelo tirar unos asaltos y mientras él y Alatriste analizan sus lances de acero yo trato de meter baza a ver si me valoran el golpe traversor pasando, que ya son muchos años de sable. Con las chicas voy tratando: siempre me han gustado las pecas y nunca he dejado de pensar que en la mayoría de representantes del otro género se esconde una diablesa. El caso es que no sabría ya vivir sin toda esa galería de rostros y cuerpos, como no sabría vivir sin Aramis o Lord Jim. Se me han hecho indispensables: lo descubrí el día en que me vi a mí mismo hurgando en un contenedor de basura para hacerme con el capítulo correspondiente de La sombra del águila, que se publicaba en El País por entregas y que, al haberse agotado el diario, me había perdido. Como decía, yo no sé si Arturo Pérez-Reverte existe. Pero estoy dispuesto a aceptar que sí, siempre que siga poblando mi mundo de hermanos.