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Columna que Arturo Pérez-Reverte publica en XL Semanal.
ARTURO PÉREZ-REVERTE | El Semanal - 27/5/2007
Me seduce lo fino que hila tanto tonto del culo. La última corrección
política elevada al cubo nos la endiñaron hace unos días, contando que
en Afganistán han trincado a uno de los que ponen minas como otros aquí
plantan tomates. Han pillado al que mató a una soldado española, decía
el informativo, citando al ministro Alonso. El presunto talibán, matizaba. Yo estaba a medio desayuno, con un vaso de leche en una mano
y una magdalena de la Bella Easo en la otra, y casi me ahogo al
escucharlo, porque me dio un ataque de risa muy traicionero, glups, y
los productos se me fueron por el caminillo viejo. Incluso, muy serios,
los periodistas le preguntaban al ministro si iba a personarse en el juicio.
Y es que yo imaginaba al individuo: un afgano de los de toda la vida, con barba, turbante, cuchillo entre los dientes y Kalashnikov en bandolera en plan Alá Ajbar, hijo de los que destripaban rusos en el valle del Panshir, nieto de los
que destripaban ingleses en el paso Jyber, y con la legítima
arrastrando el burka por esos pedregales. Presunto que te rilas. Lo
suponía de tal guisa al chaval, como digo, sensibles como son los
afganos a matices y titulares de prensa, querellándose contra los
medios informativos españoles y contra el ministro de Defensa, después
de leer El País, El Mundo o el Abc por la mañana y verse llamado talibán a secas y no presunto talibán, ya saben, la presunción de inocencia, las garantías jurídicas y todo
eso. O semos o no semos. Y al juez Garzón, acto seguido, tomando cartas
en el asunto. A ver qué pasa con el hábeas corpus en las montañas de
Kandahar. Mucho ojito. Que también los afganos son personas, oyes. Con
sus derechos y deberes, y con la democracia export-import marca ACME a
punto de cuajar allí de un momento a otro. Todo es sentarse y hablarlo,
y para eso llevamos una temporada convenciéndolos de que adopten, como
nosotros, el mechero Bic, la guitarra y el borreguito de Norit. Lo de
menos es que talibán no sea palabra peyorativa, sino que
describa un grupo social afgano, armado y mayoritariamente analfabeto,
con su manera propia de entender el Corán y de paso la guerra al
infiel, etcétera. Aquí y allí todos debemos ser presuntos, oiga.
Talibanes y talibanas presuntos y presuntas. Por cojones. Para hacer
esta muralla juntemos todas las manos, los subsaharianos sus manos
subsaharianas, los talibanes sus blancas manos. Etcétera.
Así que ya saben. Presunto talibán. Una guindita más para el pavo. Además, como todo cristo sabe, en Afganistán no hay guerra, sino
presunta situación humanitaria, aunque incómoda, donde se disparan
presuntas balas y se ponen presuntas minas y se tiran presuntas bombas.
Allí, cuando a un blindado con la bandera del toro de Osborne le pegan
un cebollazo o se cae un helicóptero, no se trata de acción de guerra,
sencillamente porque ni hay guerra ni niño muerto que valga. Lo que hay
es una coyuntura de pazzzzz presuntamente jodida, donde nuestros
voluntarios para poner tiritas las pasan un poco putas, eso sí, porque
no todos los afganos se dejan poner vacunas de la polio ni dar
biberones de buen talante, y porque nuestra maravillosa democracia
occidental a la española, los estatutos de la nación plurinacional, las
listas de Batasuna, la memoria histórica y demás parafernalia se
gestionan allí por vías más elementales. A un afgano le cuentas lo de
De Juana Chaos y su presunta novia, y es que no echa gota.
En el presunto Afganistán tampoco hay guerrilleros, por Dios. Decir guerrillero tiene connotaciones bélicas, reaccionarias, con tufillo a pasado
franquista. Lo que hay son presuntos incontrolados que presuntamente
dan por el presunto saco. Nada grave. Por eso cuando allí a un presunto
soldado de la presunta España una presunta mina le vuela los huevos -o
le vuela el chichi, seamos paritarios- nuestro ministro de Defensa no
le concede medallas de las que se dan a quienes palman en combate, que
eso de combatir es cosa de marines americanos y de nazis, sino medallas
para lamentables accidentes propios de misiones humanitarias y
entrañables. Que para eso salen en los anuncios de la tele modelos y
modelas buenísimos vestidos de camuflaje pero sin escopeta, diciendo:
si quieres ser útil a la Humanidad y trabajar por el buen rollito y la
felicidad de los pueblos, y dar besos metiendo la lengua hasta dentro,
colega, hazte soldado y ven a Afganistán a repartir aspirinas, que te
vas a partir el culo de risa.
Presunto talibán, oigan. Hace falta ser gilipollas.