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Noticias sobre Arturo Pérez-Reverte y su obra. Entrevistas.
MIGUEL MORA | El País - 06/6/2002
Nada más verle, se nota que Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) está
encantado con La Reina del Sur. A toda mecha, orgulloso y lleno
de entusiasmo, cuenta que ha trabajado muy duro durante 29 meses y que
ahora sabe más que antes de ponerse a escribir. La novela explora
territorios nuevos: está escrita en un castellano mestizo, a medias
mexicano y español (según dónde transcurra la acción), y desde un punto
de vista doble, el del narrador masculino y el de la protagonista
femenina. "En La carta esférica me acerqué al alma femenina. Pero
aquí, por fin, he escrito desde el corazón de una mujer", afirma el
autor.
Pregunta. Parece que Los Tigres del Norte están muy contentos de
que haya hecho una novela a partir de sus narcocorridos.
Respuesta. Los adoro. Son los mejores, aunque antes eran más duros y
ahora se han amariconado un poco, están más románticos. Mi sueño siempre
fue hacer un narcocorrido de tres minutos para que lo cantaran ellos.
Lo que pasa es que no tengo ese talento. No puedo escribir una cosa tan
potente como un narcocorrido, que registra el alma, y tiene ternura y
violencia, inocencia y crueldad, en tan poco tiempo.
P. ¿Y es verdad que la canción Camelia la Tejana es el origen de La
Reina del Sur?
R. La cosa viene de antes. A los 50 años vas por el mundo con una
idea, con una cierta sonrisa, con una forma de mirar. Pero es verdad que
el catalizador, el click, sonó el día que oí Camelia en una cantina
mexicana. Se me quedó, busqué más, reuní cerca de 500 corridos, empecé a
documentarme más sobre los narcos... Y el resultado natural de todo eso
fue la novela.
P. Los Tigres del Norte basan sus canciones en la realidad. ¿Hay
realidad en su novela?
R. No hay nada real en el libro, ¡es una puta novela! Está entre
tapas. Es literatura.
P. Con personajes reales.
R. Algunos nombres son reales. Los personajes son falsos.
P. ¿Y es usted el narrador?
R. ¡Tampoco!
P. Pero la novela está escrita con técnica de reportaje.
R. A mí no me lo parece. Tomo escenarios de la realidad, nombres,
episodios. Y, como todos mis libros, éste también es muy minucioso, muy
riguroso. Lo que pasa es que esta vez el tema no es el ajedrez o la
esgrima. Es una mujer, y la calle. Y el efecto de eso puede parecer
periodístico. Pero ya no soy un reportero. Miro con el chip del
escritor. Aunque es verdad que para la documentación me he movido como
un reportero, la novela no tiene nada de reportaje. Ni siquiera
Territorio comanche era periodística.
P. Se diría que reniega...
R. No, no reniego para nada, porque la visión de la vida me la dio el
periodismo.
P. ¿Y considera que es una novela de aventuras?
R. La aventura es un pretexto para indagar en el corazón de una mujer.
La mujer es como un soldado perdido en territorio enemigo. Quería saber
por qué es cruel y mala, por qué se calla cuando se calla, por qué es
tan valiente y tan peligrosa, por qué te desprecia como hombre. El
enigma de esta novela es el corazón de una mujer. En novelas anteriores
me había ido acercando poco a poco, ahora lo he contado desde dentro.
P. ¿Ha sido difícil?
R. He estado 29 meses comiendo, pensando, sintiendo como una mujer.
Los hombres tenemos consuelos: el sexo, el fútbol, el autoengaño. La
mujer, no. Si pierde el combate, se juega la vida. Su épica y su soledad
son más intensas. Pero el esfuerzo ha valido la pena. Ahora sé bastante
más que antes de empezar a escribir. No creo que haya descubierto el
misterio, ni que haya hecho todo lo que quería hacer, pero sé que sé
más. Y eso es un buen motivo para escribir una novela. Lo importante es
que después de escribirla no seas igual que eras.
P. El lenguaje parece el otro gran desafío de La Reina del Sur.
R. Sí, porque siempre he sido un escritor muy ortodoxo con el
lenguaje, de sujeto, verbo y predicado, y aquí hay mejicanismos,
anglicismos, un español fronterizo, mestizo, popular. Además, tenía que
saltar del narrador a ella sin que hubiera chirridos. Ha sido gozoso,
apasionante y agotador, pero he visto que hay una parte negociable del
idioma, una parte brutal y muy expresiva, que enriquece mucho esa otra
parte inviolable. Ya se sabe que las razas mestizas producen las mujeres
más hermosas.
P. Teresa tiene sangre india, pero no es excesivamente guapa.
R. Quería que fuera ni guapa ni fea, ni lista ni tonta, de infantería,
una mujer a la que los golpes la llevan para arriba. La vida es así: no
ambicionas nada y un golpe te hace subir. O al revés. Ella tiene la
inteligencia de aprender de la vida. Y en ese sentido es también una
novela de aprendizaje. Aunque no es La cartuja de Parma, claro.
P. ¿La incursión en territorios nuevos le llevará a nuevos
lectores?
R. Supongo. Pero igual pierdo los viejos. Eso nunca se sabe. Lo
primero es que me guste a mí, que para eso he estado dos años con la
historia en la cabeza. Podía haberla escrito en dos meses, como Ken
Follet, y se hubiera vendido igual. El problema de eso es que la
siguiente ya no la vendes. La gente dice: 'El éxito, qué suerte'. ¡Qué
cojones suerte! El éxito obliga a arriesgar en cada novela. Por lo menos
a mí. Si no arriesgara, sería aburridísimo.