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Noticias sobre Arturo Pérez-Reverte y su obra. Entrevistas.
JUAN CRUZ - 04/10/2003
Arturo Pérez-Reverte, novelista y académico. Cuando comenzó la saga de
Alatriste, el novelista de La Reina del Sur era ya un novelista
maduro, un escritor de una vocación salvaje, volcánica,
incontrovertible. ¿Sus límites? Ninguno, si acaso el respeto a la
lengua, la devoción por lo que se imagina y se convierte en una historia
que va a subyugar a sus lectores. ¿Sus instrumentos? Él lo ha dicho por
activa y por pasiva: sujeto, verbo, predicado. E imaginación,
imaginación siempre. Con esos materiales, y con su convicción de que el
gran siglo de España, el XVII histórico y literario, se cuenta mal,
abordó el Alatriste. Ahora, ante la quinta entrega, El caballero del jubón amarillo,
Pérez-Reverte considera que tal vez esta serie novelística suya le
abriese las puertas de la Academia. Cuando los académicos certificaron
su ingreso, algunos periódicos lo dijeron: "Alatriste entra en la
Academia". Ahora ese ingreso ennoblece su trayectoria literaria; él
sigue tan campante, inventando, y sabiendo cómo se escribe lo que le
asalta en los sueños.
Pregunta: ¿Cómo sigue Alatriste?
Respuesta: Alatriste ya estaba definido desde que tuve la
primera idea. La idea era contar el panorama de lo que era España y
hacerla comprensible para el lector de ahora, tanto el lector joven como
el adulto. El plan que tracé originalmente era el de dedicar cada libro
a un aspecto de la España del siglo XVII. Uno a la política interior y a
la diplomacia, otro a la guerra de Flandes, otro a la Inquisición y a
la Iglesia, otro a la economía y al oro de América. Y hasta ahora he
venido haciendo eso; ahora le toca a la cultura y al teatro. Sin prisa,
entre novela larga y novela larga, para descansar, para recargar
baterías, para leer otra vez textos más especializados, clásicos, no ya
los más conocidos, sino también los muy especializados: memoriales,
relaciones, testamentos de la época, etc. Y ahora le toca el turno al
teatro. La cultura, el Siglo de Oro, lo que era el barrio de Madrid
donde vivían los actores, los empresarios teatrales, los escritores como
Lope, Calderón, Quevedo. Porque además todos coincidieron más o menos
en el mismo barrio de Madrid. Lope, Calderón, Quevedo, Góngora, eran
vecinos, se odiaban o se ayudaban. Un mundo fascinante en pocos metros.
En pocas calles.
P: Te enfrentas con una historia de un país en el que no
estuviste, el siglo XVII...
R.: Hay una diferencia. Yo lo he leído desde niño. Yo he leído
todo lo que se puede leer del Siglo de Oro, y no digo ya textos
originales de entonces, no hablo ya de la picaresca, hablo ya de
novelitas pequeñas, y de obras de teatro y textos que no son los
convencionales. Pero es que, además de eso, soy español. Conozco este
país muy bien, porque leo, porque miro y tengo mis ideas de los
españoles y de la historia de España. Alatriste es un retrato de la
España de hoy a través de la España del pasado. Es un intento de
entendernos ahora mirando hacia atrás; conociendo el pasado, entendemos
mejor el presente. Esa inmersión en el pasado no me es difícil, primero
porque soy un escritor profesional y ya hay un recorrido, segundo,
porque conocía ese mundo, y tercero, porque estoy en la España de hoy.
Lo que hago es que aplico, estudio la España de hoy, la explico, la
justifico o la condeno, pero sobre todo la explico a través de esa
España del Siglo de Oro. Para mí no es difícil hacer eso. Si yo hiciera
una novela del Siglo de Oro vista con ojos que sólo fueran del Siglo de
Oro a lo mejor era difícil. En realidad, Alatriste es un falso personaje
en el sentido de que Alatriste no es un personaje del Siglo de Oro, es
un personaje del siglo XXI, de la España del XXI.
P: Eso es una novedad.
R: Su mirada es una mirada lúcida. La mirada del hombre de ahora. Ahí
está el truco, por eso funciona el libro. No es un personaje arcaico, no
es un personaje antiguo, la gente ve el mundo a través de él. No sabes
la cantidad de gente que ha venido a decirme "oiga, Alatriste soy yo".
Es moderno, pero lo sitúo en una época. Por eso justamente conecta con
la gente. Si fuera un personaje de ésos, lo vería desde lejos. La gente
lo ve desde dentro, la gente mira con los ojos de Alatriste.
P: ¿Y Alatriste eres tú?
R: Alatriste no soy yo. Lo que pasa es que Alatriste mira como
miro yo. Nadie pone lo que no tiene ni en el amor, ni en la vida, ni en
la felicidad, ni en una habitación de hotel. Sin mí Alatriste no habría
sido posible. Un Alatriste hecho por Antonio Muñoz Molina o por Javier
Marías o por Juan Marsé sería diferente porque ellos son diferentes a
mí. Alatriste es como yo veo el mundo, yo lo he hecho nacer, tiene mis
genes. Hombre, yo no mataría nunca por dinero, mataría por otras cosas,
ni por fanatismos, ni por cosas de ésas. Yo no soy Alatriste ni soy tan
pesimista como él ni tengo su biografía. Pero sí es cierto que la vida
que he llevado, que no ha sido siempre ni fácil ni cómoda ni tranquila,
me ha dado una mirada, una forma de ver el mundo que ahora le presto al
personaje para hacerlo vivir. Nadie puede hacer vivir si no ha vivido
antes. Nadie puede dar vida a un personaje si no tiene vida que
comunicar. En ese sentido, aunque Alatriste no soy yo, sí es verdad que
mira el mundo como lo miro yo.
P: ¿Cómo crees tú que ha variado Alatriste según tu mirada? ¿Cómo
ha variado tu mirada en los últimos tiempos acerca del mundo en el que
vives?
R: Ocurren dos cosas: Íñigo se va haciendo mayor y ve al
capitán con otros ojos, y el lector va profundizando más en lo que es la
verdadera personalidad del capitán Alatriste. En la primera novela,
Íñigo lo admira como un héroe, es Aquiles, es Héctor, es homérico... A
medida que va creciendo mira con más profundidad, y el lector mira con
él. Cada libro es más amargo, vamos creciendo con Íñigo, el lector crece
con Íñigo, el lector va conociendo más al capitán, el héroe se
resquebraja, no deja de ser héroe, seguimos queriendo a Alatriste, pero
ya es un Alatriste diferente, se nota que ya sabemos por qué se
emborracha, por qué mata, lo vemos en la soledad, en la amargura, en la
desesperanza. El lector ya ve esa parte que antes Íñigo no veía, el
lector se ha hecho lúcido junto a Íñigo y ahora ya ve los agujeros en la
capa que parecía brillante y perfecta del capitán Alatriste.
P: ¿Cómo ha cambiado ante ti, desde que eras un chiquillo que leía
en la biblioteca de tu abuelo, la figura del héroe?
R: Cuando tenía doce años vivía en los héroes de corazón puro.
Ivanhoe, D'Artagnan, Héctor, Aquiles, el héroe clásico. Con el tiempo me
hice más lúcido, como todo el mundo. Fui a Troya, yo estuve en Troya y
volví. Cuando el héroe no muere en Troya envejece, cuando el héroe
envejece mira el mundo con una profundidad que antes no tenía porque
tiene experiencia. Entonces yo perdí inocencia y he ganado lucidez. Yo
no puedo hacer héroes de corazón puro, yo no creo en los héroes de
corazón puro. Ahora a cualquier niño le das un héroe de ésos, y se parte
de risa.
P: Los héroes están tristes...
R: No. Los héroes están muertos. Los que han sobrevivido no son
héroes ya. Son los despojos del heroísmo. Son los Ulises que van
buscando volver a Ítaca. Esas son todas mis novelas. Mi territorio
narrativo. Y eso es Alatriste. Alatriste es Ulises volviendo a Ítaca, o
mejor dicho, Ulises sin Ítaca a la que volver bajo un cielo sin dioses.
P: ¿Ahora mismo tú qué tienes de Alatriste?
R: La mirada, la forma de mirar. La falta de fe en la condición
humana. La desconfianza frente al ser humano, el desprecio por las
barbaridades que he visto hacer al ser humano cuando era reportero. Te
acuerdas de que yo me jubilé como reportero después de Bosnia y eso
también marca un hito en mi vida. Alatriste no se hace ilusiones, sabe
que la batalla está perdida. Pelea por dignidad. Dice no tengo nada, no
creo en el rey ni en la bandera, pero tengo que luchar porque si no creo
y no lucho soy una mierda como todos. ¿Solución? Luchar. ¿Por qué? Por
mí mismo, por mis amigos, por una idea de mí mismo que me he hecho,
aunque no sea real, pelear. Cuando todo se va a la mierda pelear es lo
único que justifica al hombre. Ésa es mi ideología, yo creo en eso y mis
personajes creen eso también.
P. Tu experiencia a lo largo de la vida, como periodista e incluso
como ser humano, te hubiera llevado al escepticismo. ¿Qué te mantiene?
R: Me ha llevado al escepticismo. Yo no creo. Yo no tengo fe. Y
no hablo de Dios, hablo en general. Ahora ganan los malos. Pero tengo
la certeza de que quedan cosas que te salvan. Mi vida, mi literatura, mi
vida personal, mis lecturas, todo, no es más que un intento de reunir
los restos del naufragio, lo que te vale para flotar y por eso construyo
una balsa, en la cual intento flotar, que son cuatro amigos, cuatro
ideas, una cierta actitud ante el mundo, cuatro libros y cuatro
recuerdos, y cuatro ilusiones de niño. Me paso la vida intentando ser
fiel al niño que fui, ya no puedo, lo sé, pero lo intento y eso es lo
que me salva de mí mismo.
P: Aparece el nuevo Alatriste, cuando ya eres académico de la
lengua...
R: En buena parte, estoy por Alatriste.
P: Alatriste te ha acompañado en la Academia. Hubo numerosas
referencias periodísticas que decían "Alatriste entra en la Academia".
¿Crees que eso reduce tu obra o la amplía?
R: Yo estoy muy orgulloso de Alatriste, al igual que con todas
mis novelas, han sido las mejores que he podido hacer en cada momento.
Pero Alatriste es especial. Soy útil, no ya al lector normal, soy útil
también a chicos, a gente que entiende el mundo en el que vive porque
comprende los antecedentes. Es la primera vez que me he sentido útil
así. Cuando voy a un colegio y se me juntan quinientos chicos que han
trabajado con un Alatriste en Historia, o en Literatura, o en Ética,
fíjate, y empiezan a hablar de España, y de Quevedo, y de las
españolidades, y de la historia. Me he dado cuenta de que algo he
conseguido. De que algo he aportado, he ayudado a que esos chicos
entiendan mejor el mundo en el que viven. La España en la que viven. Yo
estoy muy orgulloso de Alatriste, no es sólo que no me lastra, me da
fuerzas, me da ánimos para escribir otras cosas.
P: ¿Cuando lo estabas escribiendo influyó en ti de algún modo el
hecho de que ya eras académico de la lengua?
R: No. Evidentemente está mejor que el primero, conozco más ese
mundo, hay cosas que he escrito y ya he dejado aparte, aunque sigue
habiendo mucha lucha, mucha acción, aventura; hay también mucha
amargura, mucha lucidez. Progreso con el lector y con el personaje y
ahondo más en Alatriste. En ese sentido, es una novela mucho más lúcida
que las otras. Pero es la misma. Es una novela que voy entregando poco a
poco. La Academia nada tiene que ver con eso. Malo sería que ser
académico cambiase mi forma de entender la literatura que me gusta
escribir.
P: ¿Te ha resultado fácil escribir como si estuvieras en el siglo
XVII?
R: Normalmente no me cuesta trabajo. Y quizá es porque lo
conozco muy bien. Antes de cada Alatriste me paso dos o tres meses
poniéndome al día. Y hay una cosa. El siglo XVII era de una riqueza
léxica, una potencia, una variedad, que ahora estamos perdiendo. Poder
hablar, poder recuperar, no todo porque es anacrónico, pero parte de ese
lenguaje, meterlo con el español de ahora y que funcione, atreverte a
cosas y a sintaxis, y a giros lingüísticos y a frases, que ahora serían
imposibles en un libro que hablara de la actualidad, eso es un lujo.
P: Llevas a Alatriste al teatro.
R: No, Alatriste ya iba al teatro en el primero. Ya se vio que
era aficionado como toda España, entonces toda España, hasta la gente
más inculta, iba al teatro, esa era la televisión de entonces... Alatriste
iba también y ahora vuelve Alatriste al teatro.
P: ¿Qué es para ti el teatro?
R: Para mí el teatro siempre son los clásicos. Al teatro me
llevaba mi padre de pequeño y descubrí los clásicos antes de leerlos en
el teatro con mi padre. Lope, Calderón, Tirso, Vélez de Guevara,
Zorrilla, me crié con ellos. Para mí es aventura, sonoridad, es
lenguaje. Todo. El oír pronunciar versos de ésos a un actor en un
español tan hermoso como ése a mí me fascinaba. Yo me enamoré de la
lengua española yendo al teatro con mi padre de pequeño. Todo arranca de
ahí. O muy buena parte arranca de ahí.
P: Hay una historia de adultos. Ya no es un escudero.
R: Íñigo ya no es un niño, ha crecido; ahora vemos cosas que
antes no veía Íñigo.
P: Alatriste ha ido creciendo, como si tú lo hubieras llevado de la
mano por la vida.
R: Digamos que Íñigo ha ido creciendo conmigo e Íñigo ve más
porque es mayor. Nos hemos hecho adultos con Íñigo. Vemos al capitán con
ojos de adulto y antes con ojos de un niño. Eso es muy importante. Y
muy diferente.
P: Alatriste nunca se rinde. Está el rey de por medio y él
persiste.
R: Es por orgullo. ¿Sabes qué pasa? El orgullo no es un
defecto. Es un defecto la arrogancia, la soberbia. El orgullo es una
virtud. A mí me enseñaron eso de pequeño. El orgullo no es malo, el
orgullo te permite mantenerte de pie cuando todos se arrodillan. Lo que
es malo es el excesivo orgullo, es decir, la soberbia, o la arrogancia,
la vanidad. Pero el orgullo es una virtud legítima. Alatriste tiene
orgullo, lo mantiene de pie y vivo. Y se bate por orgullo. Un tipo que
no cree en nada sólo puede batirse por algo, que es por orgullo
personal, de ser quien es.
P: Pero Alatriste queda bien con el rey.
R: No cuentes el final. Pero el rey no queda bien. Queda bien
con el rey, pero el rey no queda bien con Alatriste y eso es muy
importante. Lo más.
P: Y una pregunta pícara, ¿qué pensará el rey actual de este
Alatriste?
R: El rey no sé si me lee. No me consta. Pero su hijo Felipe sí
lee mis libros desde hace años. Ya lo sabré en su momento, supongo.
P: La sensación que da es que tú te diviertes mucho escribiendo
Alatriste, ¿más que con las otras novelas?
R: No. El gozo en Alatriste es mayor porque es como
encontrarte con un viejo amigo, está ahí, como esos amigos raros que
tengo yo. Alatriste lo veo durante seis meses, lo dejo, lo veo dos años
después. Es el reencuentro de dos amigos, ver otra vez las viejas
costumbres, cómo se pasa la mano por el bigote, cómo se emborracha. Cómo
mata. Reconocer en sus gestos, en sus palabras, en sus silencios al
viejo amigo es muy grato. Es como tomar una copa con un amigo. Volver de
vez en cuando a Alatriste y a su entorno me hace muy feliz.
P. Es curioso que cuando llega Alatriste al teatro, Alatriste llega
al cine.
R: Sí, hay una película en marcha. Una película muy complicada.
El guión es de Agustín Díaz Yanes y él la va a dirigir. Agustín ha
hecho un guión extraordinario, buenísimo.