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Noticias sobre Arturo Pérez-Reverte y su obra. Entrevistas.
CAPITANALATRISTE.COM - 13/10/2004
Pregunta: ¿Éste es un libro de encargo?
Respuesta: No, pero digamos que se juntaron el hambre
con las ganas de comer. Alfaguara sabía que tenía previsto escribir
algo sobre Trafalgar, porque es un tema que conozco y que me gusta y me
divierte. Me preguntaron si lo quería escribir ahora y les dije que sí.
Alfaguara me animó a hacer lo que tenía previsto a un plazo más lejano.
P: La batalla de Trafalgar sigue de actualidad, ¿no?
R: En este país se confunde historia con derechas y
se cree que conmemorar una batalla es celebrarla. Pero conmemorar es
recordar. En momentos como éstos de guerra en Irak y en muchos más
lugares, cuando se cuestiona la Historia de España y las jóvenes
generaciones están creciendo sin la menor referencia histórica porque
les han desmantelado la palabra "historia" de los planes de estudio,
palabras como Trafalgar o la Guerra de la Independencia son pretextos
estupendos para mirar hacia atrás. Para comprobar que este sitio llamado
España tiene una historia rica, variada, llena de desgracias y de cosas
también hermosas y luminosas. Siempre digo que somos lo que somos
porque fuimos lo que fuimos. Sin conocer la historia, lo que nos ha
pasado, no se entiende lo que nos está pasando ahora. Por eso es tan
útil, al margen de este libro, recuperar la historia. Lo triste es que
los chicos tengan que recuperar en las librerías lo que ministros
analfabetos les han quitado en los planes de estudio.
P: ¿Los historiadores se ocuparán de Trafalgar con
motivo del bicentenario de la batalla?
R: Estaría muy bien. Éste es un país con una memoria
de mierda, pero sería excesivo que el año que viene no se recuerde
Trafalgar. Los ingleses y los franceses van a hacerlo. La batalla no
puede pasar inadvertida. Y no sólo por el combate, sino por lo que
significa, por lo que implica sobre nosotros mismos, sobre nuestra
historia, sobre nuestra memoria, sobre nuestro presente.
P: ¿Qué lugar ocupa Trafalgar dentro de la historia
española?
R: Trafalgar es una ignominia, es uno de los puntos
de mayor abyección y bajeza española. Godoy, que es un político
miserable y servil, manda a la muerte a un montón de hombres que no
tienen nada que ver con él para complacer a Napoleón. Eso es tan español
que da asco reconocerlo. Pero Trafalgar también demuestra que la
dignidad no la tienen los gobiernos, sino los pueblos. Incluso con
políticos indignos y canallas hay pueblos que dan lecciones de dignidad.
Eso ocurrió en el 11-M y ha ocurrido un montón de veces, como en
Trafalgar. Esa gente que ha subido a los barcos sin tener experiencia,
reclutada en las tabernas, en las cárceles y en los hospitales como
carne de cañón, luego pelea con una habilidad y un coraje increíbles.
P: ¿Qué muere en Trafalgar?
R: En Trafalgar termina el siglo XVIII, el de la
Enciclopedia y la Ilustración, y muere una cierta España que pudo ser
algo, una España ilustrada y culta que echaron a perder los curas
fanáticos, los ministros incapaces y corruptos y los reyes estúpidos.
Contábamos con marinos estupendos, con un prestigio extraordinario, y
con barcos magníficos, pero no teníamos tripulaciones porque el sistema
político de entonces había hecho que la gente no tuviera ninguna
motivación para estar en el mar: te engañaban, te manipulaban, no te
pagaban... Cuando fueron al matadero, a muchos marinos les debían seis o
siete pagas atrasadas que después las viudas tardaron años en cobrar.
P: ¿Desde cuándo le atrae la batalla de Trafalgar?
R: He nacido junto al mar, en Cartagena, y toda mi
vida ha estado relacionada con los barcos y con la historia naval. He
hecho maquetas de esos barcos, debo de tener trescientos o cuatrocientos
libros de la época... En realidad, de lo que yo sé de verdad es de
navíos del siglo XVIII, aunque hasta ahora no había escrito nunca sobre
ello.
P: "Es privilegio del novelista manipular la historia
en beneficio de la ficción", aclara al final del libro. Sin embargo,
¿no es éste uno de sus libros mejor documentados y más rigurosos con los
hechos históricos?
R: Todos lo están. Lo que pasa es que hay libros que
te permiten mayor juego, mayor libertad. En Cabo Trafalgar estoy más
limitado que en la serie de Alatriste, por ejemplo, porque durante la
batalla todo ocurrió de una manera concreta y está documentado. Combinar
el rigor histórico y náutico con un relato asequible a un público de
ahora ha sido muy divertido, pero también muy duro.
P: ¿Por qué?
R: En toda novela, como dice mi amigo Juan Eslava
Galán, hay que construir un andamio, como al hacer una casa. Un andamio
técnico, histórico y de documentación muy sólido y complejo. Y debajo de
esta historia hay muchísimos datos y muchísima información que
sostienen la novela, pero que no se ven. Durante un año una
investigadora muy eficiente, Eva de Blas Martín-Merás, estuvo buscándome
en los archivos de marina españoles todos los documentos directos sobre
Trafalgar: los partes de batalla, los estados de fuerza, las
provisiones de cada barco, las tripulaciones... Y en Francia, la librera
Michele Polak me proporcionó muchas obras fundamentales para conocer la
visión francesa de la batalla. Con ese andamio, he hecho una novela de
doscientas cincuenta páginas y he quitado todo lo que no era
imprescindible para la historia.
P: Da la impresión de que ha querido que el léxico
naval empleado no constituya un obstáculo para la lectura.
R: Claro, ésa es la cuestión: mantener el toque
novelesco y utilizar toda esa terminología, correcta y en su sitio, pero
al mismo tiempo lo bastante trufada con el lenguaje coloquial para que
ningún lector se vea entorpecido. Para hacer que toda esa información
histórica y náutica fuese más digerible para el lector, recurrí sobre
todo a un humor negro, desgarrado, con mucha mala leche.
P: ¿Por qué el narrador utiliza palabras como
espidigonzález?
R: Este libro está lleno de anacronismos deliberados,
es muy informal, muy contemporáneo. Yo quería que fuese un relato muy
ameno. La historia es terrible, desolada, tremenda, tan española y tan
negra que da náuseas pasear por ella; toda la podredumbre y la demagogia
de este país tan desgraciado a veces se manifiesta en Trafalgar.
Recurrí a ese tono anacrónico, contado con palabras y con guiños de
ahora, para que el ritmo fuese fluido. El lector dirá si funciona o no.
P: El lector, además, podrá comprobar que el autor de
este libro fue corresponsal de guerra.
R: Hay algo evidente: a mí no me han contado cómo es
un combate, cómo es el olor de la sangre o el ruido de las balas. Sé
cómo habla, cómo respira, cómo se mueve la gente en combate. Y he visto
que el héroe no es más que una mezcla de cabreo y de dignidad. En
Trafalgar, hombres engañados y manipulados pelearon de forma tan heroica
que los partes ingleses después de la batalla elogiaron su valor.
P: Sin embargo, también hubo cobardes.
R: Sí, no todo el mundo se portó igual. Cuando miras
los documentos y estudias la batalla ves que varios barcos franceses no
pelearon, porque se largaron sin combatir, y que un par de barcos
españoles y alguno más francés apenas combatieron. Basta comparar los
cuatrocientos ochenta y siete muertos del barco francés Redoutable, el
que se enfrenta con el Victory, o los cien muertos que tiene a bordo el
San Juan Nepomuceno, que manda Churruca, con los siete heridos que tiene
el San Justo, que manda el capitán de navío Gastón. Hubo leña para
todos, y el que no tuvo leña fue porque no quiso. Aunque la mayoría de
los españoles se batió con una bravura increíble.
P: ¿Cabo Trafalgar es una novela coral?
R: Sí. Hay cuatro puntos de vista para dar un
panorama de la batalla y para que el lector se sienta dentro de un
barco, para que sienta la compleja forma de manejar un navío de guerra y
vea cómo se desenvuelve cuando llega el combate: el de un capitán
francés que manda una balandra de señales y ve la batalla prácticamente
desde fuera; después, en el navío protagonista de la novela, el punto de
vista del comandante, para dar la visión de conjunto, elevada de la
batalla; el de un guardiamarina, para ofrecer la visión media, del joven
en combate; y el de un marinero de la chusma, reclutado a la fuerza,
que no se entera de nada más que de los cañonazos que están disparando.
P: En esta novela, ¿sigue la estela del Trafalgar de
Galdós o de Patrick O'Brian?
R: Las novelas de O'Brian me encantan, como he dicho
muchas veces, y por supuesto están en el imaginario de cualquiera que se
ponga a escribir un libro naval. Pero O'Brian, que habla de la marina
inglesa, que no tiene nada que ver con la nuestra, nunca ha escrito
sobre Trafalgar. Galdós sí que tiene una gran influencia en este libro.
La suya es la obra maestra sobre Trafalgar. Cualquiera que escriba sobre
la batalla tiene que tenerla presente. Aunque Galdós hizo un libro más
completo en cuanto a costumbrismo: habla de Cádiz, de la vida de
entonces, de la política nacional..., y la batalla la cuenta de una
manera más general. Yo quería contar el combate naval, técnica e
históricamente. Me circunscribo a un pedazo más pequeño de lo que aborda
Galdós, y así puedo intensificar más la dosis de rigor histórico y
técnico en la batalla.
P: Y después de este relato naval, ¿qué viene?
R: Tengo una novela en marcha. Hace tiempo que estaba
con ella en la cabeza y he empezado a escribirla.