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Noticias sobre Arturo Pérez-Reverte y su obra. Entrevistas.
AMELIA CASTILLA | El País - 21/10/2004
Ni una placa, ni una mención. Arturo Pérez-Reverte
lamentaba ayer, frente al escenario donde se produjo la batalla de
Trafalgar, cómo se ha borrado de la memoria de España un acontecimiento
en el que murieron cerca de 4.000 personas. Cabo Trafalgar (Alfaguara), su nueva
novela (que va ya por la cuarta edición), recupera el momento en que
España perdió su dominio sobre los mares y reflexiona sobre lo que
supuso este suceso en nuestro país. Arturo Pérez-Reverte salva a los
marineros y a la tripulación, pero culpa a los políticos que hicieron
posible aquel desastre.
En el faro, donde ayer se paseaba un puñado de turistas y desde donde
se veía a un grupo de surfistas luchar contra las olas, se escucharon
hace casi 200 años los disparos de los cañones y se percibió el
estruendo que produjo el Aquiles al estallar. Tras la confrontación de
la flota inglesa y la escuadra franco-española, la mar arrastró hasta
esa playa a algunos de los heridos y víctimas de la batalla. Lo cuenta
Pérez-Reverte, una de las personas que seguramente saben más sobre lo
que ocurrió el 21 de octubre de 1805 frente al cabo de Trafalgar. Sus
conocimientos de historia, el hecho de ser marino y el haber participado
como reportero de guerra en muchos de los últimos conflictos (Beirut,
Sarajevo y Etiopía) jugaron a su favor cuando empezó a redactar la
novela, para la que, por otro lado, llevaba años documentándose. De los
15.000 libros que se cuentan en su biblioteca, 3.000 se refieren a temas
náuticos y cerca de 200 a Trafalgar.
El Antilla, el barco donde navegan los protagonistas de Cabo
Trafalgar, es inventado, pero todas las incidencias que se narran en la
novela son reales. "Los marinos españoles, franceses e ingleses eran
hombres de hierro en barcos de madera y combatieron y murieron así". De
entre los personajes de ficción creados por el autor de El húsar merece
un lugar destacado el marinero Nicolás Marrajo Sánchez -"patillas de
boca de hacha y marca de navajazo en la cara"-, reclutado a la fuerza en
un bar de Cádiz. Hasta Marrajo, que no tiene la menor idea de tácticas
navales, parece darse cuenta de lo que se avecina antes del fragor de la
batalla. Carne de cañón se titula el capítulo en el que el escritor
desvela cómo lucharon todos aquellos marineros de los que hoy nadie
parece acordarse. "La historia no da un duro ni votos", dice
Pérez-Reverte. "Al final, sólo se recuerdan los nombres de los
generales, y la pobre gente, la que hace el trabajo sucio, no figura en
ninguna parte. Muchos de los supervivientes de la batalla de Trafalgar
murieron en la miseria y ni siquiera se les abonaron las pagas
adeudadas". Y ésa, más o menos, es la idea que tiene el escritor del
material del que están hechos los héroes. Las tripulaciones fueron
puestas en los barcos a la fuerza, pero pelearon hasta la muerte. "El
héroe es una mezcla de dignidad y cabreo. Supongo que antes de morir se
hicieron una reflexión: 'No vamos a dejar que nos maten gratis'", cuenta
el autor.
Lo terrible para este escritor es la poca nota que se ha tomado de
todo lo sucedido frente a estas aguas del cabo de Trafalgar. En aquella
batalla se acabó con una España ilustrada. "En Trafalgar perdimos la
flota, el dominio del mar y América, y a cambio los ingleses siguieron
dominando el mundo durante 150 años más", concluye Pérez-Reverte. Lo
peor, con todo, según el escritor, es el silencio histórico que llegó
después. Ayer mismo, frente al escenario de la contienda lamentaba que
los libros de historia no reflejen lo ocurrido en toda su magnitud:
"Somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos, y olvidar eso es caer
en los mismos errores. No estoy hablando de celebraciones, las derrotas
no se celebran, pero sí es necesario que se recuerden y se reflexione
sobre lo sucedido en el pasado".
Por eso, añade el escritor, todo lo malo que refleja en las páginas de
la novela sigue vigente, empezando por la corrupción de los políticos y
acabando, como siempre, con el pueblo convertido en carne de cañón.
Para ilustrar sus palabras con mayor rotundidad, Pérez-Reverte puso como
ejemplo el 11-M, donde nuevamente la gente dio una lección de dignidad
frente al absentismo de los políticos. Su idea es que hechos como ése y
otros igualmente trágicos podrían evitarse.
Zarandear al lector
Como en La Reina del Sur o La carta esférica, Arturo Pérez-Reverte
usa en Cabo Trafalgar el lenguaje como un instrumento más, en este caso
para sumergir al lector en una batalla y en una época. Dominador del
idioma, en la novela el escritor llega aún más lejos. Onomatopeyas
-glaps, raaaca, glups-, frases más que directas -"el barco crujiendo que
te cagas"-, mezcla de idiomas -petit cabrón- y un registro de
exabruptos que para sí quisieran los matones más acreditados de los
bajos fondos dan al libro un tono que consigue hacer llevadera una
historia más que terrible. Pérez-Reverte ha conjugado el "humor y la
mala leche" para dar su particular visión de la historia de la batalla y
de España.
Cada novela, dice el escritor, tiene su lenguaje específico. Su receta
es mezclar el sentido común y el oficio, como antes lo hicieron Conrad o
Galdós. Su intención con Cabo Trafalgar es que el lector se
sienta zarandeado, como los marineros del Antilla, y asista en primera
línea de fuego a una batalla de la que hoy muy pocos quieren acordarse.