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Noticias sobre Arturo Pérez-Reverte y su obra. Entrevistas.
José Enrique Ruiz-Domènec / La Vanguardia - 10/4/2019
En ese escenario portentoso y trágico al que llamamos España, se reúnen a menudo los hombres y las mujeres para quejarse: no del país que, según opinión unánime, es de los más bellos de la Tierra, sino de las oportunidades perdidas que se les ha ido brindando a lo largo de la historia. El carácter de sus habitantes, del que habló el gran historiador romano Tito Livio para advertirle al emperador Augusto del problema al que se iba a enfrentar, atraviesa los siglos con su tendencia a destruir lo que construye.
Asoma así inesperada, discretamente, desde una época antigua, el rasgo privativo de un país capaz de estropear sus mejores logros debido a la torpeza, trufada de vanidad, de sus dirigentes. España, una
tierra olvidada por el sentido común. Y los que duden del diagnóstico
lean el libro ‘Una historia de España', donde Arturo Pérez-Reverte sale al encuentro de su país no como un espectador detrás de la barrera, sino en la misma arena, con la convicción que se tuvo antaño, en 1898, cuando sonó para España la hora europea y que condujo a Ortega a hablar de la rebelión de las masas y a Unamuno del sentimiento trágico de la vida.
El libro, fruto de una colaboración con el suplemento ‘XL Semanal', es una sucesión de estampas (noventa y dos, contando con el epílogo) desde el más remoto pasado hasta la más rabiosa actualidad que permiten descubrir que siempre ha sido igual en este país:
una clase política corrupta y malversadora de bienes públicos, unos
religiosos tajantes que queman al que les discute, un gobierno incapaz
que recurre a la Guerra Civil para seguir medrando, un apego a
exterminar al oponente, no a convencerlo. Aun así, a lo largo de una
historia desgraciada pero fascinante, los españoles han expresado su
indignación con humor, gracias a una lengua robusta, visual, como quería
Juan de Valdés o el propio Nebrija, de la que este libro es una buena muestra (no en vano su autor es académico de la Española); pero también gracias a una tradición literaria enfrentada al desatino de los poderosos con ironía, incluso sarcasmo, desde Rojas o Cervantes hasta Larra o Ganivet.
La persistencia de situaciones, fácilmente reconocibles, es una constante en el libro, desde la descripción de los godos hasta el franquismo,
el argumento olvidado de la actual enseñanza. Baste leer el párrafo de
cómo se liquidó el imperio romano en España para darnos cuenta del
estilo: "Imagínense a la clase política de entonces, más o menos como
ahora la chusma dirigente española, con el imperio-estado hecho una
piltrafa, la corrupción, la mangancia y la vagancia, los senadores
Anasagastis y los diputados Rufianes, la peña indignada cuando todavía
no se habían puesto de moda las maneras políticamente correctas y todo
se arreglaba degollando".
Las estampas se suceden sin parar, hay que leerlo de un tirón, para luego volver sobre sus fragmentos magistrales que son muchos, por cierto. Desde el consejo que Leovigildo le da a su hijo ("mira, chaval, éste es un país con un alto porcentaje de hijos de puta
por metro cuadrado, y su naturaleza se llama guerra civil") hasta la definición de lo que fue Al Ándalus ("ese
cuento chino de un país tolerante y feliz, lleno de poetas y gente
culta, donde se bebía vino, había tolerancia religiosa y las señoras
eran más libres que en otras partes, no se lo traga ni el idiota que lo
inventó"), encontraremos aquí decenas de observaciones juiciosas y de
comentarios intempestivos sobre los episodios más relevantes de nuestra
historia, sin la épica de Galdós pero con un fuerte realismo narrativo. Este libro es Pérez-Reverte en estado puro.
La severidad de su mirada le sale natural, como si formase con él una
misma sustancia, según podemos apreciar en el modo de concluir una de
esas estampas diciendo "de lo que hablaremos en el capítulo siguiente de
nuestra siempre apasionante, lamentable y muy hispana historia".
El recurso del humor, elemento clave de la catarsis de una sociedad aprisionada en la ignorancia de su historia,
no sólo afecta al estilo, que se salpica de hijos de puta, irse al
carajo, y otras expresiones del argot coloquial con el que a menudo
despachamos lo insufrible, también afecta al contenido de su
información, por ejemplo al describir a Fernando VII dice: "Era cobarde,
vil, cínico, hipócrita, rijoso, bajuno, abyecto, desleal, embustero,
rencoroso y vengativo; resumiendo, era un hijo de puta con ático,
piscina y garaje". Del mismo modo le veo implicado, e íntegro, en el
terreno de las esperanzas, cuando sospecha que España no tiene solución porque el "país ha perdido el control de la educación escolar y la cultura".
Detengámonos aquí. Reflexionemos sobre lo que se dice en este libro
entre broma y broma, entre sarcasmo y sarcasmo y veámoslo como una
advertencia ante la posibilidad de volver a perder la oportunidad que se
nos dio en 1978 con la creación de un Estado social y democrático de
derecho, plenamente integrado en Europa, y veamos el libro como el regalo de un gran novelista a la sociedad española porque estoy convencido de que ‘Una historia de España' de Arturo Pérez-Reverte es un moderno epílogo a ‘El Quijote'.