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Críticas

Críticas sobre los libros de Arturo Pérez-Reverte y su trayectoria literaria.

Arturo Pérez-Reverte viaja al siglo de la Ilustración con Hombres buenos

J. M. Pozuelo Yvancos / ABC - 16/3/2015

¿Cómo llegó a España la «Enciclopedia» de Diderot y D'Alembert en una época en la que estaba prohibida? Pérez-Reverte relata esta aventura en «Hombres buenos», su novela más cervantina.

 

En la página de cierre de su mejor novela de género histórico, Un día de cólera, centrada en el Dos de Mayo de 1808, imagina Arturo Pérez-Reverte la mirada entre lúcida y melancólica de un intelectual ilustrado, quien se pregunta por la suerte de una revuelta popular que sin duda iba a ser traicionada con la venida de Fernando VII, aquel nefasto rey que cerró a España la oportunidad que había abierto pocos años después la Constitución liberal de 1812. En la lucidez melancólica de ese ilustrado veo yo la semilla que ha germinado en Hombres buenos, que también es una novela histórica en la que los hechos relatados, ocurridos dos décadas antes, son reales; también los personajes, si bien ha introducido algunos episodios inventados que únicamente tenían que resultar verosímiles o creíbles.

Para lograr esa verosimilitud Pérez-Reverte echa mano como nunca antes de modo tan explícito (aunque ciertos lectores cultos de sus novelas los habían reconocido) de su nutrida biblioteca y de su menos conocida afición de bibliófilo, capaz de perseguir una edición en un librero de viejo del Marais o de la rue Jacob para ambientar una determinada escena.

A lectores menos exigentes abrumará queHombres buenos sea también una viva bibliografía del contexto moral y social en que nació la L’Encyclopédie francesa de D’Alembert y Diderot, los cafés en que se reunían, las tertulias que frecuentaban y los debates sobre monarquía, libertad, instrucción, pueblo, clero, costumbres sociales, sexualidad femenina, etc.

Podría decirse que el protagonista verdadero de esta novela tiene un sustantivo que lo representa bien: el librepensamiento. La Encyclopédiesupuso la cima de un pensamiento libre y la aspiración de una cultura de las Luces que fue pórtico de la Revolución Francesa.

Pero aunque la obra transcurre en su mejor parte en ese París donde debatían D’Alembert, Choderlos de Laclos y Benjamin Franklin (la escena en el café Le Procope es espléndida), en esta trama también figura España, entonces a años luz de aquella Francia de la cultura que únicamente había entrado entre nosotros al amparo de los ilustrados Felipe V y sobre todo de Carlos III: la España que dio lugar alDiccionario de Autoridades de la Real Academia, pero también a una clase profesional y social a la que Pérez-Reverte rinde tributo: la de los marinos y otros militares ilustrados, más cultos que la media de los españoles.

Mucho cervantismo

Se sirve Pérez-Reverte de la casualidad que le brinda el nacimiento de la novela: la existencia en la Biblioteca de la Real Academia de la Lengua Española de una primera edición de la Encyclopédie cuando estaba prohibida. ¿Cómo llegó esa obra a la sede de la institución?

Tras guiños varios a colegas y juegos de homenaje literario a distintos amigos, el libro llega a la cuestión central: también en esa empresa estuvieron las dos Españas, prefiguradas ya entre ultra-radicales católicos y agnósticos cultos. A ello hay que añadir unas muy sabrosas reflexiones sobre las oportunidades perdidas por España, que en el XVIII había traído las Luces del librepensamiento con élites que las quisieron hacer posible. No pudo ser sino en muy acotados círculos que Pérez-Reverte se entretiene en recorrer.

En el cañamazo de intriga inventa una conspiración nacida en los dos extremos ideológicos para hacer imposible que dos comisionados académicos puedan llevar a feliz término la empresa. Ha sido gran acierto la distinta personalidad de tales comisionados: Hermógenes Hermosilla, erudito traductor de Plutarco, que se imagina católico moderado, y Pedro de Oñate, marino retirado, anticlerical.

Son dos caballeros distintos pero unidos, en cuyos desplazamientos por ventas, calles y cafés se encierra mucho cervantismo; y, como el Quijote, se benefician de la conversación amigable, en tono educado y gentil, con especial atención a cómo la España clerical cerró puertas al progreso científico.

También hay cervantismo en un rasgo casi inédito hasta ahora en Pérez-Reverte: dibujarse dentro del cuadro, puesto que su pintura incluye la manera como ha ido resolviendo la creación de esta excelente novela, quizá la que mejor le retrate como escritor e intelectual.