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Críticas

Críticas sobre los libros de Arturo Pérez-Reverte y su trayectoria literaria.

En el fragor del combate

ÁNGEL BASANTA| El Cultural - 14/10/2003

La historia siempre ha estado presente en las novelas de Arturo Pérez-Reverte. Algunas explotan motivos y recursos del género histórico, sobre todo El húsar (1986), El maestro de esgrima (1988) y La sombra del águila (1993), además de la serie protagonizada por el capitán Alatriste.

Pero la historia puede aparecer también como marco del que se derivan importantes ingredientes novelescos, como en La tabla de Flandes (1990) y en El club Dumas (1993). E incluso en algunas entroncadas con la actualidad la documentación sorprende por la gran cantidad de datos que maneja y por su exactitud.

Esto mismo se observa en Cabo Trafalgar, novela escrita para conmemorar el inminente bicentenario de la histórica batalla naval que tuvo lugar el 21 de octubre de 1805 entre la escuadra hispano-francesa y la inglesa en aguas del cabo Trafalgar, y que ya Galdós noveló en el primero de sus Episodios Nacionales. También aquí sorprenden la exactitud y la abundancia de datos que enriquecen la documentación histórica y técnica de este "relato naval". Y, como ha señalado Sanz Villanueva, en las novelas anteriores "el mérito del escritor no está en las abundantes averiguaciones en que se apoya sino en el acierto con que se utilizan". Porque, una vez más, estamos ante un relato de acción que mantiene el interés del lector aun sabiendo que el desenlace acaba con la derrota hispano-francesa.

El autor ha procedido con su probada habilidad en la dosificación y distribución de la copiosa documentación histórica y técnica, que produce sus mejores frutos en la descripción de los navíos y la evolución de los mismos en el transcurso de la batalla. Para poder hacerlo sin dejar de atraer al lector no especializado en cuestiones navales se incluyen dibujos de un navío de 74 cañones visto desde distintos ángulos y con los nombres de sus elementos principales. Todo esto (junto a planos, documentación táctica e histórica) permite al autor manejar en el relato, con naturalidad, los nombres de las diferentes partes de los navíos así como la evolución de los mismos en el fragor del combate, a la vez que se facilita al lector poder seguir la narración con el conocimiento exacto de cuáles son los barcos más importantes tanto por su estructura como por los oficiales que los mandan.

El desarrollo de la batalla sigue el orden lineal de los hechos. En una "Nota del autor" se garantiza la veracidad histórica de lo que se cuenta, salvo en la invención del navío Antilla, desde el cual se observa y se narra la evolución del combate. Su narración se completa con una fuerte implicación autorial, como en otras novelas de Pérez-Reverte, perceptible en la defensa del valor de unos marinos españoles abandonados a su aciago destino por unos políticos corruptos, en una escuadra compuesta, en gran medida, por chusma reclutada a la fuerza en los bajos fondos. La crítica más feroz se concentra en Godoy, responsable del estado comatoso de España por inutilidad del rey, y en el necio almirante Villeneuve. Pero el autor, en su afán de objetividad, dirige también su mirada crítica al prestigioso almirante Gravina, por sus "buenas maneras" en el seguimiento de los deseos de Godoy. Hay, pues, en el relato una eficaz combinación de aliento épico en la desesperada lucha por la dignidad en los marinos españoles y de rabiosa crítica de componendas y corrupciones entre políticos y gobernantes. Y todo ello se cuenta con una prosa muy cuidada en su factura clásica, su riqueza léxica y su fluidez narrativa, enriquecida por modismos populares ("meter la gamba") y juegos con frases hechas ("poner velas en polvorosa"), sin reparar en anacronismos idiomáticos justificados por el autor en aras de su libertad creadora: "cantan La Traviata (cosa singular, ya que a estas alturas La traviata todavía no la ha compuesto nadie", pág. 140). Aunque también pueden adjudicarse a su capricho por ganas de incordiar, como en esta referencia a "las coplas de Rocío Jurado (esa niña joven de Chipiona que empieza a cantar", pág. 236).