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Críticas sobre los libros de Arturo Pérez-Reverte y su trayectoria literaria.
Jose María Pozuelo / ABC Cultural - 26/9/2019
Bastante avanzada la novela, una de las mejores que han salido de la pluma de su autor, encuentra el lector un diálogo que puede definir su clave. Lo sostienen el rais Yaqub, lugarteniente al mando de las tropas de Mutamán el rey moro de Zaragoza, y Ruy Diaz de Vivar al que los moros apellidan Sidi, el Cid. Este se ofrece a orar junto al moro, lo que provoca su sorpresa y que le diga: «Eres un hombre extraño, Sidi». «No, rais Yuqub, solo soy un hombre de la frontera», contesta el Cid. El concepto de frontera llena toda la novela. Una de las decisivas aportaciones de Pérez-Reverte al género de la novela histórica es haber logrado que una figura mítica, el primer héroe que dio la épica castellana, inspirador de leyendas, romances y obras literarias desdeCorneillea Zorrilla, hasta películas de Hollywood, no sucumbiera a los muchos tópicos que esa larga tradición había ido incorporando, en parte por haber sido un héroe que había nacido ideologizado en el mismo «Cantar», en tanto héroe castellano frente a los cortesanos leoneses.
En la novela de Pérez-Reverte no aparecen los Condes de Carrión, tampoco adherencias afines al grito de «Santiago y cierra España» porque unas páginas antes del diálogo al que me he referido hay otro momento decisivo para el trazado del mapa de la novela, cuando el rey moro de Zaragoza afirma: «La antigua Ispaniya de los romanos y los godos es ahora un lugar complejo. Al Andalus y reinos cristianos, sangres vertidas y mezcladas, y esa frontera nunca tranquila, siempre en avance o retroceso».
Para
aprender lo que era la España medieval deberían los escolares españoles
leer esta novela puesto que explica, como ninguna otra de las que
conozco, los motivos por los que Claudio Sánchez Albornoz, discípulo de Menéndez Pidal y presidente de la República española en el exilio, califico a España de enigma histórico.
En las páginas de «Sidi» emergen algunos de los lugares de esa frontera y de los enigmas que cuajaban alianzas muy cambiantes, en la que los reinos cristianos de Castilla, Aragón, Navarra, o el conde de Barcelona Berenguer Remont II al frente de los francos, pugnaban por dominar al otro, en alianzas de conveniencia que muchas veces tenían a reinos moros como aliados, pero donde no era menor la rivalidad de los distintos moros entre sí, pues los que dominaban Al Andalus eran distintos al rey moro de Valencia y al Mutamán de Zaragoza, al que históricamente está demostrado que sirvió el Cid, que tenía una manera distinta de entender el Islam a la de los fanáticos morabíes.
Junto
al trazado de ese lugar complejo, el otro pivote que sostiene la
novela, que considero hijo de una inteligencia narrativa poco común, ha
sido haber creado un héroe que se comporta como lo harían luego sus
herederos del wéstern clásico: Sidi es fiel a unos códigos de lealtad,
que sostienen su propia dimensión de héroe necesario para la tropa que le sigue y de la que cuida.
No hay buen vasallo sin buen señor, y Pérez-Reverte ha cuidado que en todas las acciones Sidi adquiera atributos de héroe clásico, casi homérico, que va en cada momento midiendo lo que conviene o no conviene hacer sin que esa conveniencia pueda saltar los principios de lealtad a su señor, su rey, no por ciego designio, sino porque esa lealtad es la que le sostiene como persona y figura ejemplar. Esa es otra dimensión que la novela va cobrando. La del héroe dotado de una inteligencia y sabiduría respecto a la condición humana que proporciona sabrosas escenas. Es de gran oficio la magnífica decisión de resolver con una elipsis el encuentro con la mora Raxida.
El seguidor «revertiano» tiene en esta novela varios lances de espada, emboscadas en desfiladeros, y suertes de lucha, pero sobre ellos destaca la sabiduría inteligente que la impregna, por la que curiosamente Sidi llega a adquirir dimensión de héroe «revertiano». No debe dejar de decirse algo cada día más importante en la literatura: el soberbio castellano con el que está escrita la novela revive en el sabor dado a las palabras, paladeadas con gusto. Pérez Reverte ha dado en «Sidi» una obra maestra.