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Columna que Arturo Pérez-Reverte publica en XL Semanal.
ARTURO PÉREZ-REVERTE | El Semanal - 04/9/2005
Hay que ver. En cuanto se toma dos vasos de sangría en los cursos de verano, cierto historiador inglés se pone a cantar por
bulerías sin sentido del ridículo. Me refiero a mister Kamen, don
Henry, quien cree que vivir en Cataluña, como vive, y que allí algunos
le aplaudan las gracias mientras trinca una pasta de subvenciones,
cursos y conferencias, lo convierte en árbitro del putiferio hispano.
Así que, tras contar nuestra Historia a su manera, ahora critica cómo
la cuentan otros, lamentando que España -a excepción de Cataluña,
donde, insisto, mora y nunca escupe- no tenga tan buenos historiadores
como él.
Uno, que modestamente tiene sus lecturas, le
sigue la pista a mister Kamen y está familiarizado con sus dogmas
hechos de frases despectivas sobre este o aquel punto de la historia de
España; con sus afirmaciones sin más fundamento que el ambiguo terreno
de las notas a pie de página; con su acumulación de citas ajenas; con
sus habituales «fuentes manuscritas completamente nuevas» descubiertas en archivos nunca visitados por español alguno, que tanto
recuerdan las falsas exclusivas de los diarios sensacionalistas
ingleses. Etcétera. En su último libro, Imperio, donde las palabras «nación española» aparecen entre comillas, dedica setecientas once páginas a afirmar que
eso de que España conquistó el mundo es un cuento chino, que quienes
hicieron el trabajo fueron subcontratas de italianos, belgas,
holandeses, alemanes, negros e indios, y que los españoles -«los castellanos», matiza- se limitaron a poner el cazo. En materia cultural, quienes
animaron América fueron los holandeses, y a la literatura del Siglo de
Oro, cerrada e indolente, no la afectó para nada el humanismo italiano.
También afirma que es dudoso que el español fuese la primera lengua de
todo el imperio, que Nordlingen la ganaron los alemanes, San Quintín
los valones, Lepanto los genoveses, y Tenochtitlán y Otumba los
tlaxcaltecas. De postre, las relaciones históricas de los siglos XV,
XVI y XVII son propaganda escrita por castellanos a sueldo, Nebrija
compuso su gramática española para hacerle la pelota a Isabel la
Católica, y Quevedo era, como todo el mundo sabe, un ultranacionalista
y un facha.
La última del caballero me honra personalmente. En un reciente artículo de prensa, sostiene que en España nadie,
excepto un novelista llamado Benito Pérez Galdós y otro llamado
Pérez-Reverte, ha escrito nada sobre la batalla de Trafalgar. Sólo esas
dos novelas, dice Kamen, y ningún libro de Historia. «Habrá este año un buen libro académico sobre Trafalgar -dice-, pero se publicará fuera de España». Debería consultar el hispanista los clásicos de Ferrer de Couto,
Marliani, Pelayo Alcalá Galiano, Conte Lacave y Lon Romero, por
ejemplo. Y si los encuentra desfasados, puede completarlos con el Trafalgar de Cayuela y Pozuelo, Trafalgar y el mundo atlántico de Guimerá, Ramos y Butrón, Trafalgar de Víctor San Juan, Trafalgar de Agustín Rodríguez González, Los navíos de Trafalgar de Mejías Tavero, o la obra monumental, definitiva, La campaña de Trafalgar, del almirante González-Aller. Aparecidos todos antes de la publicación del artículo de Kamen. Mas lo que caiga.
Para el notorio hispanista anglosajón, todo eso no existe. Y además le parece mal que unos aficionados como Pérez Galdós y el
arriba firmante -marcando humildemente las distancias con don Benito,
matizo yo- hayamos tocado el asunto. Trafalgar es cosa de
historiadores, dice, y no de novelistas. De novelistas españoles, ojo.
Pues no pone pegas a novelistas anglosajones como O'Brian, Forester,
Alexander Kent o Dudley Pope, que -ellos sí-, rigurosos, veraces,
pueden escribir cuanto quieran sobre heroicos marinos ingleses que
luchan por su nación -esa la escribe Kamen sin comillas- y por la
libertad del mundo frente a españoles cobardes, sucios y crueles a los
que, encima, durante los abordajes, siempre les huele el aliento a ajo.
A diferencia de las inglesas, tan objetivas siempre, Kamen apunta que
en las novelas españolas «los buenos son españoles y malos todos los demás», lo que prueba que no se ha enterado de nada, ni con Galdós ni conmigo. De Cabo Trafalgar critica además «el insólito lenguaje», pero eso es lógico: hasta para un hispanista de campanillas, traducir «inglezehihoslagranputa» tiene su intríngulis.
Así que una sugerencia: siga trincando, disfrute de la sangría y el jabugo, y no me toque los cojones. Don Henry.