Prensa > Patente de corso
Columna que Arturo Pérez-Reverte publica en XL Semanal.
Si es que te la dan hecha. La página, quiero decir. Con la náusea
adjunta. Igual que si te metieran los dedos en el gaznate. Luego
escriben cartas a XLSemanal, quejándose cuando los llamas gentuza y te
refieres a sus muertos. Como una tal señora Cunillera, creo que se
llamaba, o llama, que se descolgó una vez por el buzón de nuestro
cartero con grititos de dignidad ofendida. Cómo se atreve, etcétera. El
rufián.
Hoy me relamo con otra perla parlamentaria, y no me resisto a compartirla con ustedes. Especialmente porque, si no me equivoco,
pasó casi inadvertida en la prensa: media tímida columnita en un rincón,
y poco aire de la clase política. Entre bomberos, supongo que se
dijeron, no vamos a pisarnos la manguera. La soltó un pavo llamado Joan
Herrera, diputado de Iniciativa por Cataluña Verde, me parece que es,
pero podía haberla facturado cualquier otro individuo de los que
frecuentan el garito. O buena parte de ellos. De esos a los que alguna
vez encuentro en la rotonda o los restaurantes del Palace -yo pago allí
con mi dinero, y ellos también pagan con el mío y con el de ustedes-, y
me veo obligado a oír sus conversaciones telefónicas o de viva voz. Como
ya apunté en esta página alguna vez, España debe de ser el único país
de Europa, o de por ahí cerca, donde para sentarse en las Cortes no hace
falta tener ni el bachillerato.
En pregunta parlamentaria, hace un par de semanas, ese
tal Herrera inquirió, muy serio, si bajo los supuestos de la ley de
Memoria Histórica de 2007, que impone la retirada de objetos, monumentos
o menciones conmemorativas que exalten la sublevación militar de 1936,
el Gobierno tiene previsto cambiar el nombre de la Base Alfonso XIII de
Melilla: que a su juicio, y de acuerdo con la citada ley, «supone una
exaltación franquista». Respondió el Gobierno que, aunque se han tomado
muchas medidas acordes con lo establecido en esa ley, la figura de
Alfonso XIII no está incluida en ella, puesto que el abuelo del actual
monarca dejó de reinar en España con la proclamación de la II República,
que fue anterior a la Guerra Civil y a la dictadura del general Franco.
Lo que, dicho en bonito, venía a significar que el diputado Herrera se
había tirado un planchazo de órdago, mezclando dictaduras -la de Primo
de Rivera sí fue bajo Alfonso XIII- y liándose más que el tobillo de un
romano.
No vayan a creer ustedes que Herrera, azote implacable -y
verde- de dictadores y dictaduras, pidió disculpas por meter la gamba
hasta la ingle, o en sincero auto de fe salió al día siguiente en el
telediario admitiendo: soy un indocumentado y un cantamañanas. Nada de
eso. Se dio por satisfecho, y con la solemne impavidez del tonto,
supongo, miró al soslayo, fuese al bar y no hubo nada. Quede claro de
todas formas, diría su gesto seguro y la sonrisilla satisfecha, que aquí
mis votantes y yo no dejaremos pasar ni una. Faltaría más. A esa puta y
facha España.
Opino, sin embargo, que el Gobierno, aunque diligente, anduvo escaso en la respuesta. Mañana mismo, algún otro insobornable
martillo de dictadores puede sentir curiosidad por franquismos
parecidos, y esta clase de cosas es mejor prevenirlas. Lo de Alfonso
XIII es más que una simple anécdota: delata caudales de rancia estupidez
nacional, aliada con ignorancia y oportunismo político. Individuos que
hacen preguntas como ésa, indigentes intelectuales de semejante calibre,
votan leyes y deciden, con sus pactos, alianzas y pertinaz desvergüenza
parlamentaria, nuestro presente y el futuro de varias generaciones.
Habría convenido, por tanto, aprovechar la respuesta gubernamental para
explicar a los vigilantes de la playa, y compañía, que Franco fue un
dictador culpable de muchas cosas; pero que España es un lugar
complicado y viejo, con tres mil años de verdadera memoria histórica,
donde antes de la Guerra Civil, fecha a la que aquí se remite toda
referencia y clave de nuestros males, ocurrieron otras cosas. Aunque
despachara a moros y cristianos, por ejemplo, el Cid no era franquista.
Ni Cervantes, aunque escribió en castellano. Tampoco los Reyes
católicos, que expulsaron a los judíos, o Felipe III, que echó a los
moriscos. Y la bandera roja y amarilla, pásmense todos, no la impuso
Franco en 1936, sino Carlos III -que era un rey ilustrado- en 1785,
inspirada en la antigua señal del reino de Aragón. Todo eso está en los
libros de Historia, explicado muy clarito. Los hay de bolsillo, baratos.
Cuando hagan otro de esos caros viajes protocolarios internacionales
con avión en clase preferente, hotel y dietas a que tan aficionados son
nuestros diputados, en vez de ponerse ciegos a canapés en las salas Vip
de los aeropuertos, podrían leer alguno.