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Columna que Arturo Pérez-Reverte publica en XL Semanal.
ARTURO PÉREZ-REVERTE | El Semanal - 07/6/2009
Entristece comprobar cómo transcurre en España el bicentenario
de acontecimientos relacionados con la guerra de la Independencia, en
el supuesto -no tengo la certeza absoluta- de que aún la llamen así los
libros de texto. Si algo caracteriza el asunto es el desinterés
institucional y el carácter local, casi privado, de cada acto. Un
ayuntamiento, un colegio, un grupo de aficionados a la historia de su
pueblo, convencen a las autoridades, consiguen una modesta financiación
y, a fuerza de entusiasmo y tesón, la iniciativa sale adelante: La
Albuera, Bailén, La Coruña. O no sale. A veces tropieza con muros de
incomprensión o recelo. A no pocos imbéciles, recordar batallas les
suena a militarismo, y recelan de una Historia que ni conocen ni les
importa. Otros, los perspicaces, intuyen que esas cosas crean ambiente
y dan votos. Entonces se adhieren al proyecto, a veces -seamos justos-
con sincero entusiasmo. Pero esto suele ocurrir a escala local. Más
arriba, las cosas cambian. Por lo común, para que haya apoyo económico
e institucional, el ayuntamiento debe estar regido por el mismo partido
político que gobierna la comunidad correspondiente. Si no, la respuesta
suele ser la indiferencia más absoluta, se trate de la guerra de la
Independencia o de la guerra de las Galaxias. Y del Estado, qué les voy
a contar. Ni está ni se le espera. Sobre la comisión para el
bicentenario, que con tanta pompa presentó en su momento, huelgan
comentarios. A su currículum y actividades me remito.
Luego viene la mala fe y la mezquindad de cada cual. Ejemplo fresco es Gerona: escenario, con Zaragoza, de una de las más
tenaces y heroicas defensas contra los franceses. Estos días se puede
visitar una exposición que pasa de puntillas por la figura del general
Álvarez de Castro y apenas menciona la guerra peninsular. La pasmosa
lectura del asunto es que aquello fue un episodio menor de las
relaciones bilaterales entre Cataluña y Francia, que la ciudad mejoró
una barbaridad bajo la ocupación -casi liberación- napoleónica, y que
los oprimidos -por España- payeses y ciudadanos gerundenses se vieron
obligados por los militares españoles a defender la ciudad contra su
voluntad y sus intereses, en una guerra tonta que ni les iba ni les
venía. Poco más o menos. Con un catálogo de la exposición, además,
publicado sólo en catalán, con un resumencito al final en francés,
inglés y castellano. Para que no haya dudas al respecto.
Con otro asedio ha habido más suerte. En Zaragoza, donde el carácter nacional de aquella guerra no lo discute nadie, la
conmemoración del primer sitio francés fue espléndida. Incluyó una
recreación histórica que, al principio, el ayuntamiento veía con
recelo. Sacar uniformes de época, banderas y fusiles a la calle le
parecía un alarde militarista y patriotero. Ahora, en vista del éxito
de público obtenido -20.000 personas, y la gente encantada-, ha
decidido hacerse cargo del asunto el año que viene, sin complejos. Y es
que no hay como los votos para revisar conceptos. Otro caso de
respuesta popular ha sido el de Medellín, que este año se volcó en el
recuerdo de una batalla que, en 1809, costó allí 8.000 muertos a los
españoles. Su memoria se honró como Dios manda, gracias a la iniciativa
de un humilde profesor de instituto que convenció a sus paisanos.
Colaboraron el ministerio de Defensa -que siempre ayuda cuando se lo
piden- y las asociaciones napoleónicas. Hoy, un monumento a la paz y a
la memoria señala, al fin, ese campo de batalla.
Como ven, pese a todo, hay gente que no se rinde, y arrastra a otros en el sueño de recobrar su memoria histórica, la de
todos, borrada por siglos de estupidez e incultura. Un acicate perfecto
para que los jóvenes se interesen por libros y museos. Por la huella de
lo que fueron y la clave de lo que son. Hay que agradecer ahí el
trabajo dignísimo, entusiasta, que hacen las asociaciones napoleónicas
españolas; que con sus grupos de recreación histórica, en compañía de
aficionados ingleses y franceses, reconstruyen los escenarios en
espectáculos brillantes y emotivos. Dan así una lección de Historia
viva, y rinden homenaje a los miles de compatriotas que lucharon y
murieron en España hace doscientos años. Eso ocurrió en Somosierra el
año pasado, gracias al tesón de la asociación de Voluntarios de Madrid;
y se repetirá en Talavera dentro de dos semanas, cuando se conmemore la
batalla que allí riñeron, en julio de 1809, españoles, ingleses y
franceses. Un choque sangriento que acabó en tablas, con casi 15.000
bajas y un regimiento de caballería español, el del Rey, dando una
carga sable en mano que los historiadores califican de ‘asombrosa'. Con
motivo del bicentenario se han dado allí conferencias y publicado
cuadernos didácticos para escolares, se expone una estupenda maqueta
que reproduce el lugar, y el domingo 21 de junio está prevista una
recreación con tropas uniformadas de época en el campo de batalla.
También habrá acto institucional. Esta vez hubo suerte. Como el
ayuntamiento es del Pesoe, colabora la Junta de Castilla-La Mancha.