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Columna que Arturo Pérez-Reverte publica en XL Semanal.
ARTURO PÉREZ-REVERTE | El Semanal - 08/7/2007
Hoy toca batallita, porque es buena fecha. El 19 de julio de 1808, a un ejército francés de 20.000 fulanos que se
retiraba desde Andújar hacia Despeñaperros lo hizo polvo, en Bailén,
una fuerza de tropas regulares y paisanos españoles. Y como aquél fue
el primer desastre napoleónico en Europa, y también la primera vez que
un ejército imperial capituló por la patilla, hoy me apetece
recordarlo. Más que nada, porque ni siquiera estoy seguro de que el
asunto figure todavía en los libros del cole. Se trata de una batalla,
con gente haciéndose pupa; todo lo contrario, en fin, del diálogo de
civilizaciones y el buen rollito macabeo, acostumbrados como estamos a
confundir Historia con reacción, memoria con guerra civil del 36,
pacifismo con izquierda, guerra con derecha y militares con fascistas.
Pero la cosa no es nueva. Los complejos y la soplapollez no son
exclusivos de ningún partido político. Hace décadas que para los
sucesivos titulares y titularas de Cultura y de Educación españoles,
las batallas tienen mala prensa. Da igual que sin ellas la Historia sea
incomprensible. Mejor olvidarlas, para no contaminar de violencia
militarista a nuestros futuros analfabetos. Además, en innumerables
batallas y durante ocho siglos, aquí -era lo que había- se escabecharon
moros. Figúrense. Genocidio, etcétera. Santiago y cierra España. Para
qué les voy a contar.
Pero bueno. Estupideces aparte, lo de Bailén fue un puntazo. Y oigan. Si hay quien jalea goles del Madrid, o del Barça, por qué no
aplaudir la goleada aquella. No fue una final de liga, pero sí un
partido de infarto. Nadie le había dado nunca una somanta como ésa a
los dueños de Europa. Y se la dimos. O se la dieron los que hace ahora
ciento noventa y nueve años aguantaron toda una mañana, frente al
pueblecito de Bailén, las acometidas del ejército gabacho del Petit
Cabrón. Aunque luego nuestra fanfarria patriotera le echara demasiados
adornos al asunto, lo cierto es que aquello no fue un prodigio de
competencia militar, ni por parte franchute ni por la nuestra. Hubo
coraje y sacrificio por ambos bandos, con cuarenta grados a la sombra y
sin una gota de agua que llevarse al buche. Pero también hubo errores,
confusiones, desaciertos e improvisaciones. Incluso la fase principal
de la batalla, la defensa del pueblo y los cerros cercanos por parte de
las dos divisiones del general Reding, se debió a que éste incumplió
órdenes y estaba donde no debía estar. Pero hubo suerte. Y huevos. La
tarde del 18 de julio, con el general Castaños detrás, llegaron a
Bailén los franceses, que entre otras glorias llevaban el botín
obtenido en el saqueo de Córdoba. Allí encontraron el paso hacia
Despeñaperros y Madrid cortado por 18.000 cenutrios que les tenían
muchas ganas. A las 8 de la mañana, después de tres horas de sacudirse
estopa, los españoles sostenían sus posiciones pese a varios reveses
parciales y a las cargas de dragones y coraceros enemigos, que los
acuchillaban y obligaban a defenderse a tiros y bayonetazos, en campo
raso y sin refugio donde guarecerse. Dos horas después, bajo un sol
abrasador, enloquecidos de sed, los franceses habían atacado ya con
todas sus tropas, sin lograr abrirse camino. Y a las 12 del mediodía,
un último ataque masivo gabacho, encabezado por tres mil trescientos
marinos de la Guardia Imperial, llegó hasta los cañones españoles, y
allí se quedó. Siete años antes de Waterloo -«¡La Garde recule!»- la Guardia se comió, en Bailén, un marrón como el sombrero de un picador.
Si quieren ustedes ahondar en el asunto, déjense caer
por una librería; y más ahora que, gracias a la recalcitrante estupidez
del ex presidente Aznar, el Museo del Ejército de Madrid lo han hecho
trizas, llevándose a Toledo los restos del naufragio. De los libros
clásicos que conozco, los más completos me parecen Bailén, de Mozas Mesa, y Capitulation de Baylen, de Clerc; y entre los modernos considero excelentes los dos volúmenes de Bailén 1808: El águila derrotada, de Francisco Vela. Pero si el asunto los pone, lo mejor es que cojan el
coche y den una vuelta por el viejo campo de batalla. Ha cambiado
mucho, pero todavía es posible seguir las huellas de aquella jornada. Y
si van la semana que viene, mejor, pues Bailén celebra el aniversario
por todo lo alto. Aunque, para apasionados y otros frikis, el plato
fuerte son las recreaciones históricas que allí representa anualmente
la Asociación Napoleónica Española. La de este año fue en marzo, creo,
y la próxima será en octubre de 2008. Eso prueba que en España aún es
posible ganar batallas. Al menos, frente a la imbecilidad de tanto
cantamañanas que confunde pacifismo con desmemoria.