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Noticias sobre Arturo Pérez-Reverte y su obra. Entrevistas.
JUAN CRUZ | El País - 30/8/2006
Agustín Díaz Yanes lleva al cine el personaje literario de Arturo
Pérez-Reverte con la producción de mayor presupuesto de la historia del
cine español.
A Agustín Díaz Yanes (Madrid, 1951) todos sus amigos lo llaman Tano.
Hizo cine por casualidad; él iba a ser profesor de literatura inglesa, o
traductor; hizo guiones para otros. Hicieron fortuna. Y luego él probó
con lo que fue un éxito, Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto
(1995), y con Sin noticias de Dios (2001). Tocaron a su puerta, y le
propusieron (Antonio Cardenal, productor) que hiciera el guión y la
película basada en Alatriste, el icono literario más conocido de las
últimas décadas, del novelista Arturo Pérez-Reverte, que también
participó en el encargo. Al escritor le gustó el guión, y está feliz con
la película. Tano también. Le dijeron: "Parece una pintura". De ella
hablamos en Madrid, en el café que hay al lado de su casa, en Chamberí.
Pregunta. ¿Qué le preocupó primero?
Respuesta. Dije que sí inmediatamente. Y también me dije: "Vaya
lío". El guión era difícil de hacer, y además en España no hay
tradición de este tipo de películas. Pero se me fueron quitando los
miedos; me fui metiendo en una aventura que dura ya varios años y que yo
sabía que podía cambiarme profesionalmente. Para bien o para mal.
P. ¿En qué sentido?
R. Una película que si no controlas bien te puede dejar KO.
P. Es una saga de cinco libros. ¿Cómo se planteó el guión?
R. Tenía que hacer una película de los cinco episodios. Así que
se me ocurrió que podía hacer la vida de Alatriste, desde que tenía 25
años hasta que cumplió los 50. Para ello pude sacar cosas de las cinco
novelas. Con mi propio argumento. Ése fue mi planteamiento.
P. ¿Qué es Alatriste para usted?
R. El personaje de Arturo. Y yo tenía que hacerlo mío sin
traicionarlo. Siempre me pareció un anarquista de derechas, un
anarquista con unos códigos morales conservadores. Conozco bien esa
mentalidad: mi padre era un anarquista total. Gente con una libertad
mental increíble. Ortega hablaba de los aristócratas del pueblo; eso es
Alatriste, un aristócrata del pueblo. Eso no existe casi en ningún país.
Aquí pasa con los toreros. Mira Antoñete, un aristócrata del pueblo. Y
mira los campesinos castellanos: gente muy orgullosa... Manejé el
personaje de Alatriste desde esa personificación: un aristócrata del
pueblo.
P. Algo de lo que dice le confiere a Alatriste cierto aire
autobiográfico...
R. El 80% de Alatriste es de Arturo; yo necesitaba un 10%. Y
Viggo Mortensen al menos un 20%. Tienes que meterte en la piel de un
personaje ya hecho. Ahora es de los tres, y de los que hemos hecho la
película.
P. ¿Dónde verán los espectadores ese 10%?
R. Cada espectador ve una cosa distinta. Los directores estamos
un poquito sobrevalorados por los medios, y por el público. Los actores
cambian tus pensamientos, hacen que el personaje sea suyo. Y yo creo
que el Alatriste que van a ver en la pantalla es una creación de Arturo
pasada por una gran creación de Viggo. 60% Arturo, 30% Viggo. ¿Mi 10%?
Ya lo verán.
P. Viggo. ¿Cómo se convirtió Viggo en un héroe español?
R. Es que Viggo no es extranjero. Es un gran actor, y eso le
permitió convertirse en un español. Viggo habla perfectamente
castellano; se pasó mucho tiempo en Argentina, conoce bien España.
Cuando recibió el encargo se fue a buscar a Alatriste allí donde él
creía que podía haber nacido. Y se fue a León, a las montañas. Se pasaba
los fines de semana con los lugareños de una aldea, iba al Museo del
Prado, íbamos juntos a los toros, cenábamos... De pronto se convirtió en
un español más, e incluso gastaba las bromas que nos hacemos entre los
españoles. Fue como trabajar con un actor español.
P. Sorprende ver a Blanca Portillo haciendo de inquisidor.
¿Cómo se le ocurrió?
R. Se me ocurrió que el inquisidor fuera una mujer. El director
de casting, Luis San Narciso, sugirió que fuera Blanca. Y fue un gran
acierto; impone Blanca cuando la ves aparecer de inquisidor general.
Aparece pelada al rape; es real. Fue su decisión. Apareció así en el
rodaje. Un acierto suyo.
P. ¿Qué ha aprendido usted?
R. Mucho. Yo empecé en el cine como guionista. Y ésta es la
primera película en la que de veras me he sentido en algunos momentos
director de cine. He tomado decisiones que me han dejado preocupado, y
he llegado a una conclusión que mucha gente conoce ya: qué difícil es
ser director. Era una película ambiciosa, llena de retos, y creo que los
he logrado superar.
P. Convirtió las batallas en cuadros; pinta usted mucho las
escenas.
R. Eso está escrito así en las novelas, lo hablé con Arturo. La
violencia en el siglo XVII era muy directa. Implicaba cercanía, y la
tienes que reflejar así, muy de cerca, porque si no sugiere cualquier
otra cosa. El maestro de armas, Bob Anderson, me decía: "Para matar hay
que estar cerca, y matar con un cuchillo cuesta mucho".
P. ¿Y esa sensación de pintura, cómo la logró?
R. Es fundamental. Una película del siglo XVII en España ha de
tener su propio color, un color distinto. Eso lo sabía el director de
fotografía, Paco Femenía. Fuimos al Prado, a ver Velázquez, Caravaggio,
la pintura del XVII... Teníamos el color, la luz; lo difícil era
hacerlo, pero ahí estaba Paco Femenía.
P. Dispone usted de Javier Cámara (El Conde Duque) y de Juan
Echanove (Quevedo) para caracterizar a dos grandes personajes de la
época...
R. Ése era uno de los grandes retos de la película. Eran ya sus
personajes, y debían hacerlos verosímiles. Los iban a convertir en
iconos, y lo han hecho. Son suyos.
P. Pérez-Reverte suele decir que aquel siglo se parece a éste.
"Estamos condenados a matarnos los unos a los otros", le dice Alatriste a
uno de sus contrincantes. ¿Se hace usted la misma reflexión?
R. Estoy muy de acuerdo con lo que dice Arturo. Es verdad hasta
1975, creo. Me parece que ahora estamos alejados de aquella época. La
Guerra Civil nos enseñó que debía acabarse eso de matarnos entre
nosotros.
P. Uno de los guerreros, moribundo, le dice a Íñigo de Balboa:
"Cuenta lo que fuimos".
R. Es una frase de Arturo. Ese guerrero le tenía que decir algo
a Íñigo, y le pedí a Arturo que me ayudara en esa fase del guión. Me
dijo: "¿Qué te parece si él dice 'Cuenta lo que fuimos' y así lo
enganchas con el final?". Y ahí está un poco lo que cuenta la película,
lo que la define. Esa frase une las cinco novelas.
P. ¿Y qué fueron estos personajes que usted ahora ha llevado al
cine?
R. Fueron aristócratas del pueblo, gente muy rara, muy
española; pertenecían al ejército más pobre del mundo, eran maltratados
como ratas, y eran muy españoles. Sin ánimo de polémica, a veces me
recordaban cosas que lees sobre 1936, cuando los milicianos defienden
Madrid. Capaces de los mayores heroísmos y de las mayores maldades.
P. ¿Qué es lo que le ha dejado más satisfecho?
R. Los toreros tienen una costumbre. Cuando acaban la corrida
se dan la enhorabuena. Por haberla terminado. Me ha hecho feliz haberla
terminado, y creo que la he terminado bien.