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El Bar de Lola

Anotaciones de Arturo Pérez-Reverte. Desde abril de 2012 a marzo de 2014 fueron publicadas en novelaenconstruccion.com

Víspera de la batalla

Arturo Pérez-Reverte - 09/1/2014

Joé Belmonte Serrano. Suplemento cultural de La Verdad de Murcia. 21-12-13 Los héroes -dejó   escrito Pérez-Reverte en uno de sus artículos periodísticos -pasan por   nuestro lado sin que reparemos en ellos. Se sientan en la terraza de un bar,   se sujetan a la barra del metro o hacen la cola del paro, como todos.

No son, pues, héroes   clásicos. A la manera de Homero. O Virgilio. Sino héroes que se ocultan del   sol del mediodía. Que trabajan agazapados entre las sombras. Con talento,   desde luego. Con una inteligencia fuera de lo común. Pero que prefieren   mantenerse al margen, seguir siendo, a toda costa, héroes cansados. Sniper,   el protagonista de esta nueva novela de Arturo Pérez-Reverte, es uno de   ellos. Basta con atender a su descripción, a las certeras palabras con las   que se le define: uno de esos tipos que en una revolución miran por el   balcón, salen a la calle, organizan a los vecinos y acaban siendo los jefes.   Luego, sin embargo, en cuanto la revolución triunfa y toma cuerpo,   desaparecen. Sin más.

Sniper sale de su   escondrijo, por fin, bien avanzada la novela. El acierto del autor de estas   páginas es, sin duda, el modo de construir al personaje a partir de cierta   información que «la chica», Alejandra Varela, va obteniendo de cuantos lo han   conocido. Es como ir al encuentro de un sueño insistente y repetido con el   temor de no encontrarte con lo que tanto has deseado. ‘El francotirador   paciente', vuelve, en cuanto al número de páginas, a ‘El pintor de batallas',   después de la experiencia de dos novelas ciertamente voluminosas, de muy   largo recorrido, con otra cadencia y un tono diferente, ‘El asedio', con más   de setecientas páginas, y ‘El tango de la guardia vieja', con casi   quinientas. Con ‘El pintor de batallas' existe un mayor lazo de unión que   este simple detalle anecdótico. De nuevo, con temple, con sabiduría y   experiencia, ese deseado equilibrio entre acción y reflexión. A veces, es el   propio lector quien detiene el ritmo para hacer un alto en el camino,   detenerse en una perla en forma de frase -tan breve como profunda y   compleja-, marca de la casa, frecuentes en la mayoría de sus novelas: «Sólo   eres joven en la víspera de la batalla. Luego, ganes o pierdas, has   envejecido». Reverte afina más que nunca. Con un par de pinceladas logra ese   efecto que otros escritores, contemporáneos suyos, no saben plasmar ni en   varias páginas de sus libros. Así describe los efectos de la crisis, cuando   se fija en una tienda de la ciudad «con folletos publicitarios que se   amontonan en el polvo del suelo al otro lado de cierres metálicos». Alejandra   Varela, la encargada de dar con el paradero del grafitero más buscado de   Europa, para hacerle una tentadora oferta y algo más, se inscribe en la línea   de los mejores personajes femeninos creados por Reverte: desde la ya lejana e   inolvidable Julia de ‘La tabla de Flandes' hasta la Teresa Mendoza de ‘La   reina del sur', pasando por Adela de Otero (‘El maestro de esgrima') y   Macarena Bruner (‘La piel del tambor'). Y a su alrededor, secundarios que   cobran enorme fuerza a lo largo del relato, que se hacen un hueco en la   trama, que, en plan unamuniano, demandan de su creador, un espacio vital,   unas líneas para poder expresar sus sentimientos.

Adentrarse en el   mundo del grafiti no era tarea fácil. Y mucho más si ese mundo es analizado   en clave artística y humana. Un mundo, casi de corte militar, hecho también   de códigos, de reglas no escritas. Son como soldados antes de un combate   nocturno. Es la guerrilla del arte. La obra de arte más honrada, porque quien   la hace no la disfruta. Esta afirmación da pie a otro de los elementos más atractivos   de esta novela. Pérez-Reverte no tiene inconveniente alguno -como ya hizo en   ‘El club Dumas', donde desvela que el éxito o el fracaso de un libro no se   sustenta en la calidad del mismo, sino en una gran mentira: en el capricho de   un influyente y desalmado crítico- en airear, por boca de sus personajes,   que: «La auténtica obra de arte está por encima de las leyes sociales y   morales de su tiempo». De ahí que se llegue a afirmar que «el arte actual es   un fraude gigantesco"» Y que son los medios y los críticos influyentes   los que pueden encumbrar a cualquiera. O destruirlo.

La búsqueda de   Sniper por parte de Alejandra tiene razones de mayor calado. En ello reside,   de algún modo, la esencia y la sorpresa final de esta obra. Reverte, no lo   olvidemos, toma con frecuencia elementos de la novela negra, y sabe manejar   la intriga, en su justa dosis, como pocos. La sensación final no es otra que   la de estar ante una obra bien construida estructuralmente, con un lenguaje   sin alarde alguno, sin preciosismo de ninguna clase, con una deliberada   sencillez que no impide, sin embargo, que su autor nos ofrezca espléndidas   descripciones de rincones de la ciudad de Nápoles, último escenario de la   obra tras su paso por Madrid, Lisboa, Verona y Roma. La sombra del periodista   aparece de vez en cuando, sacude al lector, le pone los pies sobre la tierra.   En definitiva, un producto revertiano un tanto raro, hay que reconocerlo,   nada habitual, al menos en cuanto al tema elegido, pero, al mismo tiempo, un   documento que nada tiene de ajeno a sus anteriores entregas, con su deseo   siempre de sacar a la luz y poner sobre el tapete, sus libros, sus cuadros   favoritos, sus películas predilectas... Y una música muy especial: la del viejo   Chet Baker, con la que pone banda sonora a su obra: «The wonderful girl for   me/ oh, what a fantasy...».