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Anotaciones de Arturo Pérez-Reverte. Desde abril de 2012 a marzo de 2014 fueron publicadas en novelaenconstruccion.com
Arturo Pérez-Reverte - 09/12/2012
El tango de la Guardia Vieja. Reseña por Raquel Jiménez (El blog de Ada) el 8-12-12
Si una novela comienza con Conrad, dice mucho de ella. Y si la novela bebe de Fitzgerald y de Faulkner, dice aún más.
La crítica, o la editorial, definió El Asedio(Alfaguara, 2010) como
el novelón de Pérez-Reverte. Nada más lejos de la realidad.No estaban al
tanto de lo que el autor tenía entre manos. En El tango de la Guardia
Vieja encontramos todos los elementos de Reverteland. Y no sólo que sus
dos protagonistas, Max y Mecha, tengan dentro de sí mismos todas las
características de los personajes revertianos. También miradas y héroes
cansados, actitudes y comportamientos ante la vida, la dignidad final,
la asunción de las reglas, el iceberg, el Titanic, la biblioteca que
arde, el refugio, la trinchera, el libro, la botella de Vranac junto a
los amigos, etc.
En El tango de la Guardia Vieja hay una apuesta, dos músicos. Un
tango frente a un bolero. Troeye se enfrenta a Ravel por componer la
melodía más bella del mundo. Troeye parte con ventaja. Junto a él, la
mirada miel de Mecha, su mujer. Un matrimonio culto, refinado, elegante,
joven, vistoso y admirado. La élite. Se embarcan hacia Buenos Aires. En
el Cap Polonio trabaja Max, el bailarín profesional, el encandilador de
mujeres, el rufián encantador, el seductor, el casanova, el embaucador,
tramposo, pillo, ladrón, gigoló.
Pronto Max se fija en Mecha. Y saltan las chispas. Y entre una
Honeybee y la siguiente ella se deja llevar, parece ser, por el tango de
Max. Se dejan ver en la sala de palmeras, bailando, bajo la mirada
escrutadora de Armando, que no pierde un momento y al que no le tiembla
la voz ni un ápice cuando Mecha le confiesa que se está enamorando del
rufián encantador.
Buenos Aires, arrabales, bajos fondos. Un viaje simbólico a lo más
oscuro, de la ciudad, de la mente, del alma. Les acompaña una bailarina
polaca y ya millones de lectores que, extasiados ante las varias escenas
de sexo a varias bandas, asumen la turbiedad que hay en cada mujer.
Pasan los años y sin despedirse en tierra argentina, Mecha y Max
vuelven a encontrarse en Niza. Por motivos distintos, ambos se ven
enfrascados en una trama de espionaje. Redacción ágil. Conversaciones
rápidas. Escenarios en tecnicolor. Vuelven a encontrarse. Y con ellos
sigue expectante a su lado, la sombra de Max, su pasado y presente. Y
ella, con su sombra, continua trazando en torno a él, ese baile
silencioso pero agitado. Geometría y sexo.
Años después en Sorrento, ya sin sombra, Max, el hombre. Vuelve los
ojos al pasado tratando de ver en ella el ayer: lo que fue él, ella.O
ambos.
¿Qué fueron? ¿Se amaron? ¿Pudieron hacerlo? ¿Cómo se ven en los ojos
del otro? ¿Acaso puede uno mirar el pasado con los ojos del presente?
La mujer que teje en torno al hombre una telaraña de rincones
turbios, de ámbitos oscuros. Mecha teje en esta novela una telaraña de
emociones, al servicio de un escritor inspirado que decide sembrar
pequeños granos... en torno al lector, para que este vea crecer entre las
líneas de la novela, un mundo burgués, unas pasiones mundanas, un
preciosismo descriptivo, unas maneras "muy de antes", perfumes,
cadencias, momentos, música, olores, fotografía, gestos, actitudes,... Y a
la manera de Faulkner, la trama se entrelaza, los tiempos se solapan
uno tras otro de un modo sutil, coherente, preciso y ordenado. Sin
brusquedad. Con elegancia.
Un consejo, guarden sus emociones a buen recaudo antes de leer esta
novela. Dice el autor que ha aprendido a reventar cajas fuertes.
Guárdenlas a buen recaudo. Se le da bien. Lo de emocionarnos, digo. Lo
hace con unas páginas finales ante las que es imposible cualquier tipo
de guardia. Pocas últimas páginas han hecho humedecerse los ojos de una
servidora. Solo dos. Uno es considerado una leyenda. El otro está camino
de serlo.
Pérez-Reverte despide el año del fin del mundo con la novela más
crepuscular de entre todas las suyas. El racconto sutil de una
decadencia. De la decadencia del héroe. Del hombre.
Tras esto, solo el genio sabe lo que nos aguarda en la próxima.