Prensa > El Bar de Lola
Anotaciones de Arturo Pérez-Reverte. Desde abril de 2012 a marzo de 2014 fueron publicadas en novelaenconstruccion.com
Arturo Pérez-Reverte - 19/11/2012
Entrevista con Pepa Bueno - Revista Yo Dona (El Mundo) 17/11/2012
No ha bailado un tango en su vida, pero el escritor, que sabe, no
obstante, mucho del tema, nos sumerge en su melodía para trazar la
historia de su última novela. Una apasionante, apasionada y oscura
historia de amor donde la moda es crucial a la hora de definir a los
personajes.
El guerrero curtido en mil batallas tiene ya 60 años, ha escrito 28
novelas, sus libros se publican en 42 países, es académico de la Lengua...
Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) ha necesitado mucha vida a sus
espaldas para atreverse con una novela que es, por encima de todo, una
historia de amor. Pero no es un amor cualquiera, es un amor "complejo"
entre un guapísimo rufián, Max, y una bellísima y riquísima mujer,
Mecha, que se encuentran en tres décadas diferentes del siglo pasado,
vertebrado en torno al tango como metáfora de su relación. A hablar de
amor y moda -que en ‘El tango de la Guardia Vieja' (ed Alfaguara) tienen
una importancia crucial- me dirijo a su casa, un tanto atemorizada por
su conocido carácter explosivo... Nos recibe, al fotógrafo y a mí, un
amabilísimo y solícito escritor, de verbo desbordante y enfático, desde
luego, pero entregado a la entrevista y a la siempre invasiva sesión de
fotos, que hacemos en su biblioteca, un lugar tan excesivo como él en
donde atesora más de 30.000 volúmenes, un número sensato para un hombre
que se califica a sí mismo como "lector que escribe novelas".
-El libro está trufado de prolijas descripciones de moda.
-Prolijas no, precisas.
-[Empezamos mal, pienso para mis adentros] Prolijas porque hay muchas.
-Son necesarias, y te digo por qué. En este libro, la ropa, los objetos,
los lugares, hasta las actitudes, tienen mucho que ver con los
personajes, que se interpretan tanto por lo que dicen como por lo que
visten, por cómo se comportan... No es lo mismo ir vestida de Poiret que
de Vionnet, de Schiaparelli o de Chanel. Y a la fuerza de marcar esas
cosas, el lector se va a situar mejor en la escena. No es documentación
preciosista.
-¿Y por qué crees que la moda es tan definitoria a la hora de situar a unos personajes del siglo XX?
-Porque en aquel momento lo era. Sobre todo en los años 20 y 30. En esas
décadas, una persona entraba o salía de la buena sociedad por cómo se
vestía. Eso ahora parece absurdo, porque todo vale, pero entonces el
filtro riguroso que eran el aspecto, las maneras, la elegancia, o la
falta de ella, te permitía acceder o ser rechazado en determinados
medios.
-En el libro se adivina erudición en torno a la historia de la moda.
-Ha sido un trabajo de dos años. Además de los conocimientos personales
que cada cual pueda tener de su vida o de su memoria, y aquí hay mucho
de la mía, de mi abuela, de mi padre, fotos, historias personales -Max
fuma como mi padre, enciende los cigarrillos como él y hace los mismos
gestos-, además hay un trabajo de documentación riguroso por periodos.
-La novela se hace muy visual. Ves físicamente a los personajes, es muy cinematográfica.
-Olvídate del cine. No es lo que busco. Ya me lo sé muy bien [y me queda
claro que por ahí no va a ir la entrevista]. Esta historia necesita que
el lector vea luces, pieles, colores, sensaciones... Además, es una
película imposible de hacer por muchísimas razones. Primero, sería
carísima, y después, aunque tuviera todo el dinero del mundo para
hacerla, ¿quién se comporta ahora así?... ¿Qué actor es capaz de encender
un cigarrillo como lo hace Max, de llevar un Vionnet como lo lleva ella,
de sentarse o moverse por un salón como lo hace Mecha?... Lo único que
lamento de ese mundo que se ha perdido son las maneras. Ahora todo es
más grosero. Si tú en estos momentos dices de alguien "es un caballero",
"es una señora", la gente piensa que estás de cachondeo. ¿Quién es hoy
en día un caballero?... ¿Mario Conde, Brad Pitt?
-En el libro, al final, hay dos fechas: Madrid, enero de 1990; Sorrento, junio de 2012. ¿Qué significan?
-La empecé en los años 90 e hice 40 folios, pero me di cuenta de que no
iba a ser una buena novela. Tenía entonces 39 años y pensé: "Me falta
algo". No sabía qué, y ahora lo sé. Me faltaba mirada. Me faltaban
arrugas, canas, que me dolieran los riñones cuando me levanto por las
mañanas... Me faltaba esa sensación que tiene un hombre de 60 años de que
el tiempo se va, de que la vida se va desmoronando. En ese sentido, es
una novela que se ha escrito en estos 20 años.
-Mientras la leía, pensaba en el vastísimo trabajo de documentación
que habrías tenido que hacer. Sobre moda, jazz, ajedrez, tango...
-En estos dos años he aprendido mucho. Claro que de todo esto sabía
algo, porque es una osadía para un escritor meterse en jardines que no
conoce.
-Así que deduzco que eres un gran bailarín de tangos.
-No, yo bailo fatal, pero me he pegado muchas horas viendo bailar. Mi
padre sí que era un bailarín de tangos extraordinario. Y desde luego he
ido a los garitos donde se baila, y he hablado con expertos bailarines
para intentar comprenderlo, porque no quiero contar el tango, quería
comprender lo que era para mis personajes.
-De hecho, la música les marca la vida y el ritmo vital.
-Y no solo eso. Es que el tango es sexo. Es la manera musical, plástica,
más evidente de manifestar el sexo entre un hombre y una mujer
vestidos. Y eso me ha hecho dedicar muchas horas a pensar sobre el tema,
a anotar, a sacar conclusiones y a dar forma a los diálogos de la
novela. El tango es un ejercicio sexual apasionante, en vertical y
vestidos.
-Leí en tu Twitter esta frase, refiriéndote a la novela: "Y ahora
toca hablar de moda". Sin embargo, de lo que verdad se habla es de amor.
-Fíjate que mis novelas, aunque han sido siempre de aventuras, tienen
historias de amor, pero nunca habían estado en primer plano. Esta vez, a
diferencia de las otras, la aventura, es decir, el ajedrez, el
espionaje, el mundo turbulento de esos años, la delincuencia de los
bajos fondos, están como telón de fondo de ese amor entre un hombre y
una mujer que se encuentran tres veces en su vida.
-Tu protagonista, Mecha, lee en todo momento lo que está de moda en
cada una de esas tres décadas en las que se desarrolla la historia. Si
viviera ahora, ¿leería ‘Cincuenta sombras de Grey'?
-Quizá sí, por curiosidad, aunque no creo que leyera la trilogía entera.
No sé, conozco a mujeres inteligentes que la han leído y les ha
gustado.
-[Creo que es el único momento de la entrevista en donde le he visto un tanto dubitativo] ¿Y tú la has leído?
-La hojeé y no me interesó. Esos relatos porno ya se publicaban en las
revistas de la Transición, en ‘Lui' o ‘Playboy', escritos por hombres.
‘Memorias de una lesbiana', y era un tipo el que lo escribía. Conocí a
alguno que lo hacía para sobrevivir. En fin, si hay mujeres inteligentes
a las que les ha gustado, algo tendrá.
-En tu novela también hay sexo, y sexo violento, tríos, voyeurismo...
-Vamos a ver: en mi libro hay sexo. Es una historia de amor entre dos
personas adultas, compleja, y tenía que tener sexo, evidentemente, y ese
sexo es turbio, porque ella es un personaje sexualmente turbio. Lo que
pasa es que había muchas maneras de contarlo, y ese fue uno de los
problemas. Cómo hacerlo de una manera que no se contradijese con el tono
de elegancia que tiene la novela.
-Son escenas de sexo duro, en cualquier caso.
-Sí, pero el lector ve perfectamente lo que tiene que ver, y no nos
demoramos en detalles innecesarios. Paradójicamente, ese sexo turbio es
más posible en mujeres que en hombres.
-Pero en tu libro es un varón quien le enseña a ella ese sexo turbio.
-Sí, pero ella lo explica bien: "Él me mostró rincones oscuros que yo
tenía". Y eso enlaza también con algo que quizá justifique las razones
del éxito de las ‘Sombras de Grey'. Todos tenemos rincones oscuros, pero
la educación machista de siglos ha forzado a la mujer a mantenerse
alejada de ellos. Eso ha creado una serie de inhibiciones que de vez en
cuando, por razones como guerras, revoluciones, enamoramientos, tiempos
modernos, caen, y entonces la mujer descubre que ha estado haciendo la
panoli durante muchísimo tiempo. Por eso ahora más mujeres están
asumiendo con lucidez esos rincones oscuros que antes eran pecado o
estaban mal vistos. En cualquier caso, la mujer está cambiando de una
manera fascinante: el único héroe novelesco, cinematográfico, que va a
dar sorpresas en el XXI, es la mujer.
-¿En qué sentido?
-Llevamos tres mil años de literatura masculina: Aquiles, Héctor, Don
Quijote, Sancho Panza... La mujer siempre ha sido comparsa: Andrómaca,
Helena de Troya, Penélope, Madame Bovary, la Regenta... Esa mujer está
agotada, pero claro, ya hay una nueva que sin dejar de ser Ana Karenina o
Bovary es también cazador en territorio enemigo, héroe solitario,
guerrero que pelea. Y al mismo tiempo no ha dejado atrás -porque ella va
más deprisa que la realidad- el mundo biológico del cual procede, con
lo cual tiene una esquizofrenia terrible y fascinante desde el punto de
vista narrativo. Está trabajando y tiene un crío en casa, y está en una
reunión en la cual se están jugando millones de dólares, pero al mismo
tiempo está pendiente del teléfono porque el niño está en cama. Eso, que
a un hombre no le pasa, porque consigue separar herméticamente esos dos
mundos, es algo que la mujer hará con el tiempo. Y ese personaje,
puesto en el siglo XXI, va a ser interesantísimo, y nos va a dar grandes
momentos de gloria literaria.
-¿Y cuáles han sido tus referentes femeninos a la hora de plantear el personaje de Mecha?
-Vamos a ver, tengo 60 años, mírame a la cara. ¿Qué quieres que te diga,
Madame Bovary? Pues la vida, los libros que he leído, mis 60 años, mi
mirada, el mundo en el que he vivido, la gente que he conocido, mi
biografía, mis amigos, mis amigas... ¿Qué quieres que te diga uno?
-[Y ahora es cuando me acuerdo de lo que me contaron mis compañeros
del periódico sobre un Pérez-Reverte enfadado] En el caso del personaje
masculino sí que has dicho claramente que era tu padre [balbuceo un
poco].
-Algunas maneras de mi padre. Ven conmigo.
Se levanta y me lleva hasta el fondo de la biblioteca donde me
muestra una fotografía enmarcada de la boda de sus padres, ambos
guapísimos, elegantísimos. "¿Entiendes ahora cuáles son mis referentes?"
Sí, lo entiendo, y compruebo agradecida que no es tan fiero el león
como lo pintan, pero no me arriesgo más y decido hacer la última
pregunta.
-Dices en la novela que el amor es más inclemente en su devastación en las mujeres que en los hombres.
-Es injusto, pero es así. Son las reglas, porque la sociedad perdona
menos a una mujer que no es atractiva que a un hombre. Esa presión sobre
la belleza supongo que es una carga muy dura, y para ese tipo de
mujeres que han caminado por el mundo como si el mundo hubiera sido
hecho para ellas, envejecer debe de ser una prueba muy dura. Hace falta
ser muy segura, como mi protagonistas, o muy inteligente o muy
afortunada para poder atravesar esa barrera con la dignidad, el aplomo y
la serenidad adecuada