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El Bar de Lola

Anotaciones de Arturo Pérez-Reverte. Desde abril de 2012 a marzo de 2014 fueron publicadas en novelaenconstruccion.com

Puede haber situaciones incómodas

Arturo Pérez-Reverte - 03/7/2012

Mecha Inzunza estaba sentada en un taburete alto junto a la barra del bar de primera clase, mientras el barman mezclaba bebidas.

-Puede haber situaciones incómodas -insistió Max.

-Cuento con usted y con Armando -respondió ella, impasible-. Para protegerme.

-Llevaré mi Astra -dijo el marido, frívolo, palmeando un bolsillo vacío de su traje de etiqueta.

Lo hizo guiñándole un ojo a Max, y a éste no le gustaron la ligereza del marido ni la seguridad de la mujer. Por un momento dudó de la conveniencia de todo aquello, aunque otra ojeada al collar lo convenció de lo contrario. Riesgos posibles y ganancias probables, se consoló. Simple rutina de vida.

-No es práctico llevar armas -se limitó a decir entre dos sorbos a su copa-. Ni allí ni en ningún otro sitio. Siempre existe la tentación de usarlas.

-Para eso están, ¿no?

Armando de Troeye sonreía, casi fanfarrón. Parecía disfrutar adoptando aquel aire truculento y festivo, como dándoselas de humorístico aventurero. Max sintió de nuevo la vaga y familiar punzada de rencor. Imaginaba al compositor, más tarde, pavoneándose de la aventura arrabalera con sus amigos millonarios y snobs.

-Sacar un arma es invitar a otros a que utilicen las suyas.

-Vaya -comentó De Troeye-. Parece saber mucho de armas, para ser un bailarín.

Había una nota burlona, ácida, tras el comentario hecho con aparente buen humor. A Max no le gustó advertirlo. Pudiera ser, pensaba, que el famoso compositor no siempre fuese tan simpático como parecía. O quizá los tres tangos bailados con su mujer se le antojaban demasiados para una noche.

-Algo sí sabe -dijo ella.

De Troeye se volvió a mirarla, vagamente sorprendido. Como si calculase cuánta información sobre Max tenía su mujer que él ignoraba.

-Claro -dijo en tono de conclusión, de un modo oscuro. Después volvió a sonreír, esta vez con naturalidad, y metió la nariz en su copa como si lo importante del mundo quedase fuera de ésta.