Prensa > Críticas
Críticas sobre los libros de Arturo Pérez-Reverte y su trayectoria literaria.
ENRIQUE TURPIN | EL PERIODICO - 12/6/2002
Junten el desencanto neorromántico de Barry Gifford con la
maestría narrativa de Juan Marsé y luego añadan una banda sonora con el
desgarro de Chavela Vargas y las travesuras de Flaco Jiménez. El
resultado de semejante mezcolanza ya tiene título: La Reina del Sur,
ese narcocorrido de medio millar de páginas del incansable Arturo
Pérez-Reverte. La octava maravilla, dirán quienes ya conocen sus otras
novelas anaeróbicas, y no exagerarán, a tenor de los hallazgos
estructurales y la carga emocional de un relato que rastrea 12 años en
la vida y pesares de la sinaloense Teresa Mendoza Chávez.
Como escribiera su querido Joseph Conrad en El agente secreto,
Pérez-Reverte hace también avanzar a su protagonista imprevista y
mortífera como una plaga en una calle llena de hombres. Un episodio de
belleza convulsa y delirio violento, tras un arranque de los que acogen
el germen de la historia: "Sonó el teléfono y supo que la iban a matar".
Eso mismo, matar o morir, pero hacerlo en ese territorio fascinante que
es la frontera, último reducto para el aliento épico en Occidente,
donde la nobleza estriba en preservar con dignidad un mundo de sencillas
reglas, como un romance antiguo.
Son muchos los escritores para los que la literatura encuentra su
sentido último en la metáfora. Por el contrario, existen otros que
opinan que primero debe existir una historia que contar. Pérez-Reverte
es, entre estos últimos, uno de los más dotados. Mediante el recurso de
la crónica periodística, el narrador se filtra bajo la piel de la
protagonista de su obsesión y halla a una mujer cuya vida necesita de
las mañas imaginativas del novelista para descubrirla. También
Pérez-Reverte ha corrido un albur de amor con la novela; la ha dejado
reposar como el buen tequila y ha acabado por entregar uno de sus
relatos más logrados, al tiempo convertido en sentida apología de la
lectura. Hasta donde él tuvo apostó, y parece haber ganado de calle.