Uso de cookies. Utilizamos cookies para mejorar tu experiencia. Si continúas navegando, aceptas su uso. Nota legal sobre cookies.

Cerrar


Prensa > Críticas

Críticas

Críticas sobre los libros de Arturo Pérez-Reverte y su trayectoria literaria.

A bordo de la Historia

LUIS DOMINGO | ABC - 10/10/2004

Arturo Pérez-Reverte. Escritor, periodista y académico. El autor ha propuesto en Cabo Trafalgar no sólo una revisión de la histórica batalla, sino una reflexión sobre lo que llevó a España a una derrota trágica.

Entre ficción y ficción, entre artículo y artículo, el escritor Arturo Pérez-Reverte ha encontrado en la historia española lo que la historia, en general, suele ofrecernos si le damos una mínima oportunidad: motivos para reflexionar sobre lo que somos y por qué lo somos, además de un estimulante desafío para la imaginación. Vivimos entre los vestigios del pasado, pasamos entre paredes que ocultan documentos ignorados, que tal vez nos iluminarían. Nos observan desde sus retratos personajes grandes o patéticos, colgados en los pasillos oficiales y en las esquinas menos transitadas de los museos. Hasta podríamos rastrear entre nuestras palabras de todos los días las que incorporaron acontecimientos de los que ya no tenemos recuerdo.

No es que Pérez-Reverte se haya apuntado a la moda -legítima- de la «novela histórica», sino que, hace años, consideró la posibilidad de investigar la historia que realmente fue, y ofrecérsela a sus lectores como una obligación personal, harto, tal vez, -lo de tal vez es una tontería: quien siga sus artículos sabe de la firmeza de ese hartazgo- de ver y oír bobadas a costa de la ignorancia de nuestro pasado, de soportar tópicos ramplones, y el azote de lo «políticamente correcto».

El resultado de esa primera incursión histórica fue la serie del capitán Alatriste. Debió de conectar con una necesidad latente, porque, además de alcanzar un éxito notable de ventas, los libros de Alatriste se han convertido en lectura escolar, lo que no es pequeño honor, teniendo en cuenta qué autores han abierto tradicionalmente las puertas de la literatura a los más jóvenes.

Cabo Trafalgar es otra cosa. Aquí su autor no ha lanzado sus criaturas imaginarias a batirse con las calles verídicas del Siglo de Oro. Aquí los personajes que invoca Pérez-Reverte fueron alguna vez de carne y hueso, aunque sus méritos y sus errores los hayan convertido, con la perspectiva que da el tiempo, en figuras fronterizas entre la leyenda y la realidad implacable: son formidables, trágicas, heróicas, brillantes, desdichadas...

Pérez-Reverte ha investigado la batalla de Trafalgar a fondo, y ha establecido su propio balance de lo que se produjo antes, durante y después de un combate decisivo para la historia europea. Como marino que es, el escritor tiene la ventaja de poder entender mucho mejor que un esforzado erudito lo que se jugaba en los puentes, lo que significaba intentar tal o cuál táctica en un mar que no se levantó demasiado propicio a nadie aquel octubre de 1805. También dirige un foco sobre los protagonistas de la jornada, con más de una sorpresa: Pierre de Villeneuve no es un villano algo ridículo, sino «un magnífico capitán de combate y pésimo almirante», incapaz de abordar una desastrosa situación que había contribuido a crear, según señaló Pérez-Reverte a ABC mientras ultimaba la aparición de su libro. El valeroso Gravina, a cambio, no sale muy bien parado en «Cabo Trafalgar», no por cómo actuó durante el combate -lo hizo bien-, sino por no oponerse a una intervención disparatada que le iba a costar muy caro a España, mucho más caro que a Francia, aprovechada aliada de Carlos IV. Nelson, con un final de héroe a la antigua, ofreció a Inglaterra el dominio del mar hasta la II Guerra Mundial en una batalla desigual, donde tuvo más importancia la suma de audacia y estrategia que el número de barcos que tenía...

Arturo Pérez-Reverte no puede -no quiere- evitar la crítica, que, en su caso, siempre tiene algo de ajuste de cuentas con el presente. Aquella derrota de España no fue casual. Había marinos, había científicos, había cabezas, «pero faltaba preparación: no había tripulación, ni motivaciones, ni experiencia... Sí cutrez, incompetencia, cobardía de los de siempre. En Trafalgar se pone de manifiesto todo lo malo de este país, de entonces, y de este momento. La gente (viudas, huérfanos, lisiados) quedó en la miseria. Los dejaron tirados. Qué desgracia de país»