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Críticas

Críticas sobre los libros de Arturo Pérez-Reverte y su trayectoria literaria.

Pérez-Reverte y su mejor Falcó

Jose María Pozuelo / ABC Cultural - 09/10/2018

Se notó en «Eva», la segunda novela de la trilogía protagonizada por el espía Lorenzo Falcó, que la serie le estaba gustando escribirla a Arturo Pérez-Reverte. Respecto a la primera entrega, «Eva» había crecido en dos dimensiones: el lugar concedido a los escenarios (allí fue Tánger) y la importancia que iban ganando los personajes secundarios o coprotagonistas. Especialmente ocurre en el caso de las mujeres. En aquella novela fueron Moira Nikolaos y la propia Eva Neretva; en «Sabotaje» son María Onitska o la enigmática fotógrafa Eddie Mayo quienes ofrecen una dualidad llena de matices.

En cuanto a las atmósferas, el París de los buenos hoteles, el preciso recorrido por escenarios conocidos porque están presentes en novelas anteriores de Pérez-Reverte, y porque forman parte del cine y de la mitología artística; los puentes del Sena, los cafés de la Rive Gauche, los hoteles de la rue Rivoli, y hasta el mundo de cabaret de Pigalle, que ha importado el previo de Berlín, o la sociedad europea de entreguerras que permite a Pérez-Reverte hacer un guiño de homenaje a Marlene Dietrich, la actriz cuya belleza concentra aquel ámbito artístico y mundano.

Amueblado con precisión

Un mundo que como sucede con Pérez-Reverte ha sido amueblado con precisión: objetos, marcas de ropa o de perfume, bebidas o coches, periódicos de la época, etc. Todo ello es fondo para ambientar el real campo de batalla de los dos bandos político-militares que se estaban enfrentando ya en la guerra de España, el de Stalin y el de Hitler. La novela transcurre en París durante el gobierno de Leon Blum, previo a la invasión nazi, cuando pululaban en esa ciudad todas las figuras posibles de la falsedad y el intercambio.

Mercaderes que se benefician de los apuros de millonarios judíos centroeuropeos que han de vender sus cuadros, cambios de poder que sitúan a cada uno en un lugar inesperado, con comercios de armas en los que intermediarios se aprovechan de la contienda española, o de los afanes imperiales del Fascio italiano.

Sobresale otra vez el Almirante, y su relación casi paterno filial con Falcó, en diálogos que no tienen desperdicio. Pero como sucede con la conversación entre Falcó (espía al servicio de Franco) con el jefe del espionaje soviético en España, en un momento todo puede cambiar. La Historia tuvo esos virajes. Ocurrió en el caso de las depuraciones de Stalin al provocar purgas de trotskistas, pero también asesinatos notorios como el de Andreu Nin, que se cita en «Sabotaje» (o el de Robles que ha protagonizado otros libros).

Venganzas y checas

Ese fondo histórico real de venganzas y checas proporciona a «Sabotaje» una dimensión que, al ser coincidente con camuflajes de tantos, permite a Falcó justificar una moral que no tiene, en la que no cree. Baila solo, según admite. Su baile es su interés, como hacen todos, aunque el personaje se ha ido humanizando como se ve con las palabras dedicadas al pueblo de etnia herera masacrado en el África sudoccidental, o con la pobre gente, ya sean republicanos o nacionales, víctimas de engaños y trampantojos ideológicos varios.

El flanco internacional de «Sabotaje» seguramente se verá acrecentado por haber decidido Pérez-Reverte que Picasso y el «Guernica», que se creó para ser expuesto en la Exposición Universal de París en homenaje a la República Española (y encargado por ella), entren en su novela. No era fácil salir airoso con Picasso. Su retrato se beneficia de la perspectiva de Lorenzo Falcó, lo que permite mezclar la admiración de quien sabe que está ante un portento de la Naturaleza, pero al mismo tiempo subrayar una personalidad peculiar que a Falcó llega a interesarle más que su arte. En ese París de intrigas y asesinatos, toda la suerte de Europa se estaba ventilando en partidas en las que Inglaterra y la Francia republicana jugaban cartas marcadas por intereses no siempre confesables.

Sabotaje es de las tres de la serie la que sostiene el interés narrativo con mayor vigor, por los cambios de fortuna que la intriga va proporcionando y que la maestría en el arte de contar, que Pérez-Reverte parece tener como si fuese naturaleza, la sabemos fruto de estudio de cualquier detalle. Para que la relojería de su arte funcione como un reloj Patek Philippe, en esta pautada y soberbia medición narrativa de una novela de espías que me parece la mejor de la trilogía.